Reseña de la película: Vivir la vida

Título original: Vivre sa vie: Film en douze tableaux

Año: 1962

Duración: 83 min.

País: Francia

Dirección: Jean-Luc Godard

Guion: Jean-Luc Godard

Música: Michel Legrand

Fotografía: Raoul Coutard (B&W)

Reparto: Anna Karina, Sady Rebbot, André S. Labarthe,

Productora: Les Films de la Pléiade,

Género: Drama | Nouvelle vague.

Nana (Anna Karina) es una joven veinteañera de provincias que abandona a su marido y a su hijo para intentar iniciar una carrera como actriz en París. Sin dinero, para financiar su nueva vida comienza a trabajar en una tienda de discos en la que no gana mucho dinero. Al no poder pagar el alquiler, su casera la echa de casa, motivo por el que Nana decide ejercer la prostitución.

Opinión

Tiene 22 años y piensa que es bonita, dice de sí, entre otras cosas, Nana (Anna Karina) en una misiva a una empleadora desconocida referida por su amiga Yvette (Guylaine Schlumberger), de quien espera conseguir trabajo después de una serie de eventos que la han dejado sin trabajo, sin hogar y sin familia

La escena, que acontece casi a la mitad de Vivir su vida (Vivre sa vie, 1962) del mítico realizador Jean-Luc Godard, es distintiva en tanto que permite, con la cámara sobre el hombro de Nana, vislumbrar lo que se esconde debajo de su rostro inocente y encantador: una inseguridad sí (la duda sobre si es bonita o no es ejemplar, tanto por el velo de belleza icónica del cina que cubre la leyenda de Karina como por el personaje mismo de Nana y su rostro grácil y expresivo) y sobre el propio destino, las acciones (intencionadas o no) que la han llevado a ese particular momento, y la incapacidad para dar cuenta de sí ante el mundo.

Ese tema (la práctica imposibilidad del acto comunicativo perfecto) que flota constantemente desde la primera viñeta (doce en total) con que se inicia la historia, se concretiza en la penúltima, en una conversación ocasional pero nada trivial con un desconocido, filósofo por sus referencias y actividades al momento de conocer a Nana (referido así en los créditos e interpretado por el filósofo francés Brice Parain), en la cual el tema del lenguaje y su constante incapacidad para dar constancia certera tanto del mundo externo y cotidiano como de los estados individuales internos es presentado en apenas unos minutos, pero con la profundidad necesaria para entender los anhelos existenciales más íntimos de Nana.

Dicha situación, de repetición casi obsesiva a los largo del filme, que parece ser el o uno de los hilos conductores de la narrativa (el otro, más obvio, serían las acciones y derroteros por los que “opta” Nana), es también manifiesta desde la primera viñeta, en la que la conversación de Nana con su pareja es filmada mostrando sus nucas y sus reflejos emborronados en el espejo y las superficies cromadas del bar café en el que se encuentran, además de la imposibilidad de establecer una conversación clara entre ambos, que se ve corta por la forma en la que Nana repite frases diferentes veces con diferentes tonalidades e inflexiones para poder dar con la que mejor represente su sentir la respecto.

El otro hilo (las “opciones”) es manejado como casualidades endiabladas, en las que la atroz casi inocencia (¿o ingenuidad?) de Nana la deja en calidad de semi espectadora y conductora de su vida, toda vez que los eventos en los que se involucra son en parte, al principio, fortuitos, pero que al dejarse arrastras por ellos recobra cierto sentido y control de su vida, para volverlo a perder en la siguiente concurrencia del destino con su espíritu anhelante e ignorante, lo que la llevará a un desenlace tan abrupto como poderosamente trágico.

Vivir su vida es parte de la 68ª Muestra de Cine de la Cineteca Nacional, revisa la cartelera, para más detalles.

Alberto Marín