Reseña de la película: Tolkien

Título: Tolkien
Dirección: 
Dome Karukoski
Guion: 
David Gleeson, Stephen Beresford
Fotografía: 
Lasse Frank Johannessen
Música: 
Thomas Newman
Elenco: 
Nicholas Hoult, Lily Collins, Genevieve O’Reilly, Colm Meaney, Tom Glynn-Carney, Patrick Gibson, Anthony Boyle, Craig Roberts, David Puckridge, Pam Ferris, Derek Jacobi, Laura Donnelly, Mimi Keene, Harry Gilby, Albie Marber, Aaron Neil, Joel Phillimore, Jack Riley
Género: Drama
Distribuidora: 
20th Century Fox
País: 
Estados Unidos
Duración: 
112 min.
Fecha de estreno: 
14 de Junio de 2019

Contrario a lo que las redes sociales y algunas series de televisión pueden señalar, ser inteligente no es sexy. O bien la erudición, la evolución “final” pro de la inteligencia, no es seductora a nivel narrativo. Nada puede repeler al gran público como el ver durante dos horas a una persona leyendo y desarrollando página tras página en la soledad de una habitación, por muy cómoda y ostentoso que esta sea. Puede que la escritura tenga su encanto, pero la labor en sí no tanto.

Por ello, al buscar presentar la vida de un autor de gran calibre se toman precauciones y licencias para hacer ajustes a los hechos reales a fin de que la narrativa, a nivel cinematográfico, tenga vida propia, como es el caso de Tolkien (Dome Karukoski, 2019), cuya biografía ficcionada no tiene la aprobación de los herederos de Tolkien. Sin embargo, el problema de la historia no se halla en las disputas sobre el apego a eventos reales y su seguimiento temporal, sino a la falta de dicha ficción a la hora de presentar el trabajo del escritor británico.

En términos generales la cinta tiene buena manufactura, con fotografía y ambientación bien cuidada, incluso tiene cuidado al recrear los ambientes y las formas lingüísticas en las que Tolkien desarrolló su vida estudiantil hasta el advenimiento de la Primera Guerra Mundial (1914-1918), evento que marca el fin de los hechos cubiertos en el largometraje.

El problema radica en la forma en que se plantean los temas de la pasión por el trabajo de Tolkien (Nicholas Hoult) y los eventos personales que lo llevan a imaginar y crear a sus personajes. En algún momento de la cinta, Tolkien le dice a su amada Edith (una Lilly Collins desperdiciada como el origen de las beldades míticas que son Lúthien y Arwen) que ella no merece ser feliz, que merece algo más, merece magia. Esa preocupación extra, ese cariño aspiracional es lo que le falta a Tolkien, una cinta que puede deparar un buen momento, pero a la que le falta magia.

Esa falta de magia pesa más cuando se considera que el amor, por las letras y un alguien especial, y la forma en que los sueños son perseguido a pesar de los pesares, con ayuda de algunos pocos amigos, ya ha sido retratado de maneras decorosas y más o menos fascinantes en cintas como Dead poets society (Peter Weir, 1989), Finding Neverland (Mark Foster, 2004), o recientemente The professor and the madman (Farhad Safinia, 2019). Sobre todo, pesa la falta de encanto cuando se considera que la cinta de Safinia abarca la elaboración de un diccionario, cosa todavía más aburrida que la creación de uno de los universos fantásticos más ricos e influyentes de la literatura del último siglo.

Si bien lo anterior se da al mostrar a un Tolkien maduro, la visualización de un Tolkien niño/adolescente también se siente deslavada, pues los vistazos a su imaginación son pobres y escasos, sobre todo cuando se considera que los límites de la capacidad fantasiosa de la infancia han sido reflejados, con mayo o menor éxito, en cintas de la más diversa índole temática como son The neverending story (Wolfgang Petersen, 1984), Bridge to Terabithia (Gábor Csupó, 2007) y A monster calls (Juan Antonio Bayona, 2016).

Sin embargo, tal vez el mayor problema de Tolkien sea Tolkien, el hombre-mito mismo. En el último capítulo de Game of Thrones, Tyrion Lannister habla de la importancia de una buena historia y ahí, donde el cede la luz a Bran Stark, se puede poner en su lugar a J. R. R. Tolkien, un individuo que contó unas de las mejores historias, cuya huella se siente incluso en los trabajos de George R. R. Martin, creador del material original de GoT. Tan impresionante ha sido su legado que, incluso hoy día, es usado para comparar productos fantásticos, toda vez que el éxito de la versión cinematográfica de Peter Jackson disparó el interés por el género.

Tan fuerte fue el éxito que Tolkien es víctima de él, pues todas las referencias a la obra del escritor no pasan por el filtro de su imaginación volcada en su trabajo escrito, sino por el de la visión de Jackson sobre el mismo, lo cual impide que se aborden otras vías de exploración que tomen en cuenta interpretaciones previas, materiales no revisados o, ¡qué rayos!, una interpretación propia sobre la obra misma de un visionario que dio nueva vida a un género que todavía suele ser considerado como menor por no tocar teas reales y serios.

Así, Tolkien no pasa de ser una biografía bien ejecutada y presentada, pero cuya alma se siente diluida o prestada, lo cual es una suerte de pecado con respecto a un personaje cuya alma sigue viva y presente en cada uno de los miles de folios escritos, los cuales siguen surtiendo de temas tanto a neófitos como a seguidores empedernidos y académicos interesados en el legado del británico, lo cual se puede constatar toda vez que alguien tuvo la idea de presentar su vida, o rastros de ella, mediante esta cinta.

“Tolkien” llegará a las salas de cine de México el viernes 14 de Junio de 2019.

Alberto Marín