Reseña de la película: Tío Frank, un drama familiar de reencuentro y aceptación
Título original: Uncle Frank
Año: 2020
Duración: 94 min.
Dirección: Alan Ball
Reparto: Paul Bettany, Sophia Lillis, Peter Macdissi, Steve Zahn, Judy Greer, Margo Martindale
Distribuida por Amazon Studios
Género: Drama, Años 70, Homosexualidad
En los tiempos presentes nos enfrentamos a luchas y situaciones de cambio que, como sociedad, nos han llevado al choque entre posturas extremas. Ya sea desde la ola que trae una nueva revolución feminista, así como los movimientos a favor de los afroamericanos con el #BlackLiveMatters, o la constante lucha por el reconocimiento y respeto a la comunidad LGBT+, recordándonos a momentos históricos del pasado donde teníamos que decidir si avanzar o estancarnos en lo mismo.
El mundo del arte, específicamente del cine, no se ha quedado atrás y ha tomado una postura interesante que parece recordar una de las tantas finalidades que puede tener la cinematografía más allá del entretener que es la de tocar temas actuales y provocar una reflexión acerca de lo que vivimos de una manera universal al darle voz y visibilidad a personas de diferente género, raza o estrato social.
Alan Ball, productor, guionista y director reconocido por el guión de Belleza Americana (Mendes, 1999) así como en la televisión por los proyectos hechos con HBO donde destacan True Blood y Six Feet Under, regresa a la silla de director en el largometraje exclusivo de Amazon Prime Video, Tío Frank, para tocar una fibra sensible acerca de la homosexualidad reprimida y la autoaceptación que nos lleva al perdón.
A principios de la década de los 70, Beth (Sophia Lillis) emprenderá un viaje en carretera que la llevará desde Manhattan hasta Carolina del Sur al lado de su bien querido tío homosexual, Frank (Paul Bettany), para presenciar el funeral del gran patriarca de la familia, Mac (Stephen Root). Sin embargo, el viaje y el destino final harán que Frank y Beth se den cuenta de la importancia de aceptar ser quien eres más allá de la intolerancia, los prejuicios y la falta de comprensión del mundo que te rodea.
Una de las mejores virtudes que tiene Ball es la escritura y en esta cinta se nota. Los fantasmas que Frank tiene que enfrentar lo llevan poco a poco a una redención donde el pasado doloroso vuelve con fuerza, pasando de un miedo a un valor, una aceptación catártica que lo hará enfrentar ese prejuicio, esa incomprensión o censura que nace desde el seno familiar por ser algo que la religión o el desmedido conservadurismo no ven con buenos ojos.
Ese desarrollo del Tío Frank es visto a través de la mirada de su sobrina, Beth, quien es testigo de cómo fuera del ambiente de Manhattan se tiene que amoldar a lo que los demás juzguen o vean como correcto o impropio. Aunado a ello, encontramos también a Wally, la pareja de Frank, un árabe que tuvo que huir de su país por su preferencia sexual para evitar sufrir la pena de muerte.
Estos tres personajes van conjuntándose, compartiendo algunos momentos graciosos pero otros muchos bastante discriminatorios, siendo el punto común ese cierto rechazo por ser quien uno es, no sólo por el tema de la homosexualidad, sino también de una mujer independiente que busca crecer y estudiar lejos de casa pero que, incluso en los años 70, seguía siendo un tanto mal visto.
Aunado a una fotografía muy bella que combina los paisajes del camino recorrido por Frank, Beth y Wally e incluso juega con esas tonalidades amarillas en algunas partes, así como una musicalización adecuada por parte de Nathan Barr, que deja de lado el terror para entrar a este drama familiar que nos pone a enfrentar estas posturas que parecen no haber cambiado mucho a pesar de medio siglo que ha transcurrido.
Otra virtud cae en el papel de Paul Bettany como el Tío Frank, quien nos muestra esa dificultad de tener que vivir en secreto debido a los prejuicios, a la falta de aceptación de su propia familia y a esas cicatrices que oculta su alma y parecen no encontrar el perdón necesario para liberarse y ser simplemente quien es sin temer a las consecuencias.
Tal vez la mayor virtud del filme de Ball es, justamente, darle visibilidad a este tema de la homosexualidad y las vidas en secreto, de esa represión o miedo que sigue habiendo en la comunidad por esta preferencia y las consecuencias que puede traer en un ser humano. Ese mensaje, más allá de que la cinta tenga una fórmula muy conocida por el director en su desarrollo melodramático que remite a Six Feet Under o la misma Belleza Americana, es darle esa voz a esta problemática que a la fecha, tristemente sigue presente.
Ball, quien además también es abiertamente homosexual, no teme en mostrar que aún a pesar del tiempo, de las luchas y las situaciones que han transcurrido en casi 50 años, aún no hemos sido capaces de mostrar esa sensibilidad, esa comprensión que necesitamos como personas para aceptarnos tal cual somos y dejar las etiquetas de lado que tanto nos amarran y provocan actos como el suicidio, la violencia o el rechazo.
Es así que la historia del Tío Frank se convierte en un tema de reflexión que puede llegar hasta nuestro presente, dándonos una visión acerca de la autoaceptación y el enfrentamiento, de la importancia de la familia y esas relaciones que pueden unir o destruir el alma de uno, pero sobre todo se vuelve una historia de tolerancia, de amor y de reencuentro que da visibilidad a un problema que debería dejar de serlo.