Título en español: Si la Colonia Hablara
Título original: If Beale Street Could Talk
Dirección: Barry Jenkins
Guion: Barry Jenkins (Novela: James Baldwin)
Fotografía: James Laxton
Música: Nicholas Britell
Elenco: KiKi Layne, Stephan James, Diego Luna, Pedro Pascal, Teyonah Parris, Regina King, Colman Domingo, Brian Tyree Henry, Ed Skrein, Michael Beach, Emily Rios, Finn Wittrock, Dave Franco, Aunjanue Ellis, Faith Logan
Género: Romance
Distribuidora: Sony Pictures México
País: Estados Unidos
Duración: 117 min.
Fecha de estreno: 25 de enero de 2019
A los pocos minutos de iniciado el filme Tish (Kiki Layne), la mitad femenina de la dupla protagónica de Si la Colonia Hablara (2018), señala lo doloroso que es contemplar a un ser amado a través de un cristal. Esta declaración, que cobra sentido dentro de la trama poco tiempo después de ser pronunciada, vale también para el efecto que la representación en pantalla busca en el público.
Representación que en manos del director Barry Jenkins (director de la ganadora Moonlight del 2016) adquiere una crudeza matizada que se genera para lograr todo, menos satisfacción en el espectador.
Sinopsis:
Basada en la novela de James Baldwin, «If Beale Street Could Talk», la película sigue a Tish, una mujer de Harlem embarazada y recién prometida que lucha contrarreloj para demostrar la inocencia de su pareja.
Opinión de la Película:
A partir de una historia básica y universal como lo es el amor juvenil, y un elemento detonador del conflicto igual de básico (los elementos sociales que impiden la experiencia libre del amor), Jenkins pone en escena una nueva exposición acerca de cómo el color de piel genera divergencias en las formas de vivir las más comunes de las situaciones.
Tish y Fonny (Stephan James), la contraparte masculina, son dos jóvenes que ven frustrados sus sueños a partir de un evento que muestra como la opresión social hacia los negros genera expectativas divergentes en torno a la evolución y consumación de las situaciones que la mayoría puede considerar como normales. Sin embargo, en lugar de optar por un alegato crudo y directo, Jenkins usa medios de contención técnicos que permiten una sutil, aunque siempre tangencial, identificación con los personajes.
Con una puesta en escena que recrea los barrios neoyorkinos de 1970, Jenkins aplica con calma sus herramientas para diseccionar qué y cómo se perciben los estados de amor y desesperación. Para ello utiliza tomas pausadas y fueras de focos que generan una sensación de aislamiento casi imperceptible, primero planos que en su duración y encuadre vuelven tangible el estado interno del rostro que se enmarca, música de cuerdas (cortesía de Nicholas Britell) cuya melodía nunca llega a resolverse satisfactoriamente, cambios en los tiempos y en los personajes para señalar el peso compartido de la relación y sus consecuencias, y colores llamativos que, al pasar por filtros de luz, se vuelven opacos.
Es este uso de los colores y los filtros lo que parece ser el elemento principal con el cual Jenkins busca sumergirnos en la dinámica mostrada. Si en Moonlight la paleta estaba en azules y morados, acá lo está en verdes y amarillos, dando fuerza a la proferido por Tish al inicio de la cinta, al generar una suerte de vidrio ilusorio, con lo cual distancia al espectador de los seres amantes. Con este distanciamiento, Jenkins no busca poner distancia entre los personajes y el público, sino mostrar que esa distancia existe, y que es la existencia y persistencia de esa distancia lo que hace dolorosa la experiencia, a la par que coloca al espectador en un estado visual semejante al embelesamiento y la opresión que viven Tish y Fonny.
Lo anterior no sólo echa por tierra la idea de que está será una historia de amor normal, sino que permite que Jenkins exponga como viven y sienten personajes que se podrían considerar típicos, mas su color de piel los ata a expectativas sociales, religiosas y amorosas de las cuales son conscientes y los deja emocionalmente desnudos y vulnerables. Cualquier parecido con los juegos de “normalidad” expuestos en Moonlight no es mera coincidencia.
Si la película inicia con un extracto de la novela de James Baldwin (El blues de la calle Beale, 1974) en el que se señala que la calle que da nombre a la novela y a la película (If Beale street could talk en su idioma original) es una referencia al lugar donde nacieron Louis Armstrong y el jazz, y que por extrapolación es el lugar donde la consciencia de la negritud nació y sigue naciendo, una de las posibles conclusiones del filme es que el jazz a caminado más lejos de la calle que las estructuras sociales que lo concibieron. Para llegar a otras conclusiones es menester observar y juzgar la obra en vivo y en directo.
“Si la Colonia Hablara” llegará a las salas de cine de México el viernes 25 de enero de 2019.