Reseña de la película: Nacido para ser rey

Título en español: Nacido para ser rey
Título original: 
The Kid Who Would Be King
Dirección: 
Joe Cornish
Guion: 
Joe Cornish
Fotografía: 
Bill Pope
Música: 
Electric Wave Bureau
Elenco: 
Louis Serkis, Dean Chaumoo, Tom Taylor, Rhianna Dorris, Angus Imrie, Rebecca Ferguson, Patrick Stewart, Denise Gough, Nathan Stewart-Jarrett, Norma Dumezweni, Mark Bonnar, Louis Martin, Joey Ansah, Adam Leese, Alexandra Roach, Nick Mohammed, Myra McFadyen, Adam Buxton, Claudie Blakley, Genevieve O’Reilly
Género: Fantasía
Distribuidora: 
20th Century Fox
País: 
Reino Unido
Duración:
120 min.
Fecha de estreno: 
11 de Abril de 2019

El ciclo artúrico es uno de los temas libres de reclamos de autor más solicitados en el cine hollywoodense, razón por la cual no es raro ver una nueva adaptación cada cierto tiempo, siendo una de las más recientes Nacido para ser rey (The kid who would be King, 2019), segundo largometraje del director inglés Joe Cornish, cuyo trabajo más conocido a la fecha sería el que realizó como escritor de Ant-Man, la cinta del MCU que estuvo a nada de ser dirigida por su colaborador y amigo, el también directo inglés Edgar Wright.

Todo este bagaje da una pista de lo que se puede esperar de esta adaptación, la cual busca acercar la leyenda del rey Arturo y sus caballeros a nuevas generaciones que tal vez conozcan el mito, pero que sin duda alguna no lo sienten cercano en la medida en que su relación con los temas de la magia y la fantasía está mediada por una visión distinta, dadas las producciones que sobre esos temas se han salido en los últimos 20 años.

Por ello no es raro ver las referencias, tanto en los diálogos como los aspectos visuales, al reciente panteón de las producciones de ficción mágica: El señor de los anillos, Harry Potter, Las crónicas de Narnia. Estas comparten espacio en muchos aspectos de la cinta: hay por acá guiños en la fotografía a los ya casi necesarios planos panorámicos que Peter Jackson popularizó con su saga de Tolkien, por allá se emulan ciertos efectos visuales del universo cinematográfico de Rowling, y en menor medida hay detalles del vestuario sacados del universo de Lewis.

Sin embargo, pese a la carga de esas y más referencias (incluidas las transiciones y montajes de Wright), la cinta hace lo suyo al generar una dinámica y una identidad propia, aunque a veces está caiga en excesos y resoluciones que por momentos le restan la necesaria magnanimidad que la historia requiere.

Estos problemas se hacen notar, principalmente, en la música y la estructura de 5 actos con la que busca generar, al parecer, una historia autoconclusiva. Por la parte de la música, esta avanza en dos sentidos: en uno recurre a las orquestaciones grandilocuentes propias del género de la épica, y en otro cae en la moda ochentera con pasajes creados con sintetizador. Esto no sería un problema, a no ser porque la mezcla final parece carente de un criterio estilístico y dramático que relacione el pasaje visual con el musical, con lo cual se da una falta de solemnidad en los momentos indicados.

En cuanto a la estructura, poco frecuente en el cine comercial, se le agrega una ligera falta de tensión en la resolución de las dos últimas secciones de la historia. Pese a que se sabe que es lo que está en juego a esas alturas de la cinta, mucha de la carga se ha disipado por ciertas decisiones en la secuencia que sirve de transición entre la segunda y la tercera parte del filme. Tal vez si los elementos que se ponen en jaque ahí se hubieran separado para dejar uno como enlace entre la tercera y la cuarta unidades de la estructura, la cinta ganaría más emoción y atención al abordar su cierre.

Esto no quiere decir que la cinta sea despreciable. Si bien no es un trabajo del todo sólido, la cinta mantiene sus pretensiones de dar una nueva visión a la leyenda artúrica, ello debido a un ensamble actoral cumplidor, tanto en el trabajo realizado por los jóvenes actores como el hecho por Rebecca Ferguson y el veterano Patrick Stewart, en un papel que es una referencia no tan oculta a los realizados por su gran amigo Ian McKellen y por Michael Gambon en sus respectivas presencias mágicas en cada una de las sagas en las que colaboraron.

Otro aporte lo llevan el uso y ejercicio de la magia que, si bien por momentos cae en los excesos, resulta creativo e interesante. De igual manera el diseño de producción, así como la cinematografía de Bill Pope (colaborador de las Wachowskis y de Sam Raimi) logran generar una cercanía con los escenarios, haciendo que la historia se sienta dentro de los contextos posibles del mundo real.

Así, sin ser la gran sorpresa (y a nada de ser el live action que en algún momento Disney buscará hacer de su clásica La espada en la piedra de 1964), la producción resulta tener los elementos necesarios para una diversión familiar dominical, o de menos para satisfacer a un público juvenil siempre en busca de distracciones motivacionales cercanas a sus intereses y necesidades.

“Nacido para ser rey” llegará a las salas de cine de México el jueves 11 de Abril de 2019.

Alberto Marín