Reseña de la película: Loco Fin de Semana
Título: Loco Fin de Semana
Dirección: Kristoff Raczynski
Guion: Kristoff Raczynski
Fotografía: Rafael Sánchez
Elenco: Christian Vazquez, Oswaldo Zárate, Giovanna Romo, Juan Pablo Castañeda, Pascacio López, Ricardo Margaleff
Género: Comedia
Distribuidora: Sky Media
País: México
Duración: 94 min.
Fecha de estreno: 14 de Junio de 2019
En el episodio 148 de Los Simpson Nelson Muntz, el bravucón vuelto ami-enemigo de Bart, comenta molesto, tras entrar a una función de El almuerzo desnudo (Naked Lunch, David Cronenberg, 1991), que existen al menos dos grandes mentiras en el título del filme. En el caso de Loco fin de semana (Kristoff Raczynski, 2019) la mentira está en la promesa de locura.
Es verdad que hay juerga y desenfreno, aunque por sí sólo esto no entraña locura. También hay acumulación de referencia sobre referencia, al igual que la hay de edición sobre edición. Sin embargo, poco hace todo este efectismo por mostrar locura y levantar la cinta; es más, actúa en su contra al lastrar un arranque ágil y fresco que pierde gas hacia su parte media y tarda en llegar a su despegue pleno, el cual se presenta hasta el final del segundo tercio de la película, donde la disposición al desenfreno por parte del director se despliega a sus anchas para ofrecer un cierre divertido donde todos los elementos reciben su paga, desde los personajes principales hasta los que resultaron meros accesorios para avanzar la trama.
No obstante, tanto las referencias (comedias adolescentes de los 80’s, Scorsese, etc.) como la dirección, son de lo más rescatable de esta empresa, la cual tiene más aristas que las del mero entretenimiento en salas.
Una de las aristas, acaso la de mayor interés, es el guion. Sin llegar a las luces de Matando Cabos (Alejandro Lozano, 2004), obra de cuasi culto en cuya elaboración del guion estuvo Raczynski, el de Loco fin de semana establece, de forma sencilla casi básica, una historia que por un lado permite el lucimiento cinéfilo de su creador y, a la par, busca responder a los comentarios recurrentes que ha realizado (desde su tribuna/canal/comunidad cinéfila de YouTube) a las cintas nacionales, en los que señala la falta de consistencia en los guiones.
Así, su guion es consistente aún con el exceso de equipaje referencial y de la increíble conveniencia de muchos elementos para que la trama fluya, sin demasiada quebradera de cabeza, una vez que ha encontrado su velocidad de ascenso. Tanta conveniencia, así como cierta cualidad cutre de la fotografía de Rafael Sánchez, parecen más un efecto de sorna por parte de la producción para hacer mayor énfasis en la calidad de las películas y comentarios a los que se busca acallar que un defecto meramente atribuible a un mal manejo de las formas cinematográficas.
Con ello se da cuenta de una cosa: donde Raczynski busca emular a Quentin Tarantino en los diálogos (que no le salen a ese nivel, pero al menos se sienten naturales y pop la mayoría de las veces) y a Guy Ritchie y a Edgar Wright en la edición (tampoco llega, pero el resultado es decoroso por las agallas de hacerlo con un presupuesto de $100,000 pesos), le sale algo que con mayor cuidado pudo ser una intentona barata de Jim Jarmusch (por la dislocación de las escenas y los diálogos antes que por el trasfondo filosófico-poético) pero que termina por corroborar la declaración de Carlos Miranda (compañero de batallas de este espacio y especialista de cine y música) “Kristoff es nuestro Robert Rodríguez”.
Ello tiene todo el sentido si se compara esta cinta con la mítica El maricahi (1992) de Rodríguez, una cinta filmada en casi las mismas circunstancias que permitió mostrar y detonar el estilo y las referencias de algo que se podría pasar por pinchismo™ (una suerte de kitsch de bajo presupuesto y toques intencionales de mal gusto, con confección manual sin llegar a lo artesanal, que a la vez es consciente sus límites y su condición del tercer alter-mundo).
Además de todo esto hay que considerar otra arista del caso, tal vez la de mayor polémica, que es la del entretenimiento extra-sala, la cual tiene mucho que ver con la personalidad de Raczynski. Si se tuviera que definir el talento más logrado y natural del mexico-polaco, tal vez el que mejor cumple con esos criterios sería el de provocador. Sin demeritar su trabajo como conductor, crítico/guionista y director de cine, pareciera que el motor detrás de sus decisiones profesionales es una voluntad innata por molestar y dar de que hablar, para bien y para mal. Lo último, al pasarlo al terreno de la publicidad y la promoción, da una segunda faceta de su personalidad desmadrosa e irreverente, la cual permite que Loco fin de semana genere una expectativa inusitada dentro del ambiente cinematográfico mexicano.
Como se anotó con anterioridad, desde su tribuna/canal/comunidad ha arremetido constantemente contra diversas creaciones mexicanas que se pueden catalogar dentro de ese género tan difuso como permisivo que es el de la comedia romántica. Dentro de estas críticas, tal vez la más virulenta y demoledora fue la que realizó sobre No manches Frida (Nacho García Velilla, 2016), señalando que la raíz de su enojo yacía en la falta de nivel de una producción hecha con dinero del erario, lo cual incrementaba la falta de respeto, toda vez que ni siquiera se veía interés del gobierno por establecer criterios de exigencia para las realizaciones financiadas por él.
Lo anterior desató una serie de dimes y diretes, que concluyó con un reto hacia Raczynski: si tan gallito, ¿por qué no hacia él una película mejor que las que tanto criticaba? El reto fue aceptado, con las condiciones auto-impuestas de filmarla en menos tiempo (15 días) que el tomado por otras películas y con dinero propio, es decir, sin acudir a financiamiento gubernamental. Loco fin de semana es la respuesta, rayana en lo plano por momentos, pero con momentos dignos de comentar, como ya se ha hecho en este texto, y que le dan la razón a su bravuconería al señalar que podría hacer algo igual o mejor que lo criticado y con peores condiciones.
Tal vez todo este ethos se resume en una escena da la película en la cual los tres alegres compadres de la historia, Federico (Christian Vázquez), Memo (Oswaldo Zárate) y Carlos (Juan Pablo Castañeda) bajonean mientras le comentan a Harry (Reynaldo Rossano), anfitrión de una fiesta, que su última reunión no cumplió las expectativas épicas que había vendido. Harry reacciona con un desplante divesco, para después dejar con un palmo de narices a los amigos, quienes por eventos posteriores tendrán que tragarse el orgullo para buscar la ayuda de Harry.
Lo importante de esta escena es el momento en que Harry les señala que para hablar de lo épico tienen que saber, obviamente, que es lo épico, pero también deben conocer que es lo malo para conocer lo grandioso. Pese a lo fallido que pueda resultar este intento del director mex-pol queda claro que su cinefilia le da bases para, al igual que Harry, hablar de gloria y basura mientras se aleja en un ataque de rabia histérica, dejando a los comensales en ascuas y a la espera que regresen a solicitar su consejo.
Si todo lo anterior tiene algún sentido y certeza, Raczynski es entonces un director competente con un par de concepciones de genialidad, desarrolladas sin la eficiencia esperada, pero interesantes. Pero, lo que queda claro sin duda alguna, es que como anfitrión de la juerga sabe su juego, y deja plantada una sabrosa fiesta de morbo la cual, pase lo que pase, lo deja en una posición de gane con casi pocas probabilidades de fracaso total. Genio y figura hasta la sepultura, mediática y publicitaria, que hasta ahora se ve lejana.
“Loco Fin de Semana” llegará a las salas de cine de México el viernes 14 de Junio de 2019.