Reseña de la película: Las Niñas Bien

Título: Las Niñas Bien
Dirección: 
Alejandra Márquez Abella
Guion: 
Alejandra Márquez Abella, Monika Revilla (Novela: Guadalupe Loaeza)
Fotografía: 
Dariela Ludlow
Música: 
Tomás Barreiro
Elenco: 
Ilse Salas, Flavio Medina, Cassandra Ciangherotti, Paulina Gaitan, Johanna Murillo, Jimena Guerra, Ana José Aldrete, Pablo Chemor, Claudia Lobo, Diego Jáuregui, Daniel Haddad, Rebecca de Alba, Alejandra Maldonado, Gabriel Nuncio
Género: Comedia | Drama
Distribuidora: 
Cinépolis Distribución
País: 
México
Duración:
96 min.
Fecha de estreno:
 22 de Marzo de 2019

En fechas recientes, tal vez sin querer, el cine mexicano ha buscado hacer retratos, o al menos acercamientos, a los estratos acomodados de su sociedad. Estos, casi siempre revisados desde un ángulo cómico, suelen generar personajes interesantes pero superficiales, en el mejor de los casos, o bien una caricatura burda y sin chiste, en el peor de los casos.

Frente a esta falta de profundidad es importante comentar la llegada de Las niñas bien (2018) de la mexicana Alejandra Márquez Abella quien, partir de los personajes creados por la escritora Guadalupe Loaeza, busca presentar un drama aparentemente ligero que busca ver cuan profundas pueden ser las personalidades y conflictos de la gente bien.

Ambientada con gran precisión en el año de 1982, el filme sigue a Sofía de Garay (Ilse Salas), madre de un clan acomodado que poco a poco ve como su estilo de vida, sus amistades y sus sueños (en este caso una fantasía construida en torno a un romance con el cantante Julio Iglesias) le son arrebatados por personas y situaciones ajenas al sutil control con el que se desenvuelve en los diferentes escenarios de su vida familiar y social.

Es justo esa perdida del control sutil donde se centra la labor de Márquez Abella. La directora entrega una producción pulida en sus formas, que marca el deterioro de toda una sociedad a partir del agrietamiento en las formas y ademanes contenidos entregados por Ilse Salas. Haciendo uso de las formas femeninas del recato y el evitamiento en el trato social imperante de la época, la cinta marca el giro de los eventos partir del manejo de los planos y la musicalización de las escenas que rompen la contención, sin por ello caer en la exageración y el escándalo.

Esta labor hace recordar al realizador italiano Paolo Sorrentino, en especial en sus filmes más conocidos, La gran belleza (2013) y Youth (2015), en los cuales se explora el desgaste de las formas bombásticas del pasado y el conflicto maduro ante lo que ya no es. Sin embargo, donde Sorrentino ofrece una mirada de nostalgia romantizada, Márquez Abella apuesta por usar los efectos en reversa para marcar la debacle financiera acaecida durante la presidencia de José López Portillo, la cual da el empujón inicial para la serie de re/des-ajustes sociales que terminan por despostillar la fachada de una sociedad a todas luces relajada y gozosa, pero llena de dobles caras y prejuicios.

El retrato de las taras sociales de un grupo social autoconcebido como élite se da con un registro fotográfico, cortesía de Dariela Ludlow, que hace un uso fino y preciso de planos distintos para encuadrar el desarrollo del conflicto: planos generales que enfocan objetos de lujo, la preparación de platillos gourmet o procesos de maquillaje y peluquería antes que enfrentar temas, caras y cuerpos chocantes que aluden al estado deteriorado de la economía y la política del país; planos que empiezan estrechos y llenos de gente dan paso a plano generales de espaciosos suntuosos y amplísimos, que poco a poco dejan de proporcionar la sensación de lujo y derroche para plantear un vacío y una precariedad cada vez más sentida, en la medida que el dinero y las amistades se escapan de la vida de Sofía; y unos precisos planos detalle de Sofía, quien de la gracia pasa a una gesticulación cada vez más nerviosa y quebrada para fungir como avatar del desajuste social en el que se halla inmersa.

Este ambiente se ve acompañado de una música minimal, basada en cuerdas y coros intrigantes, que poco a poco gana potencia y caos para señalar la confusión, en una manera similar a la realizada por el difunto Johan Johansson para Arrival (2016) del canadiense Denis Villeneuve. Sin embargo, donde Johansson construye una partitura que apuntale la incapacidad de interlocución entre dos especies ajenas, la de Tomás Barreiro busca plasmar la falta de interlocución entre pares y dentro de una misma, en el caso de Sofía.

Así, la obra avanza (tal vez un poco lenta por momentos) hasta un final que señala que las cosas han cambiado. Si para bien, para mal, con o sin moraleja que se pueda proyectar sobre la estructura y el tejido de la sociedad actual, queda en la mirada del espectador que le de una oportunidad a esta cinta que, sin caer en el esnobismo del cine de arte ni en el chiste fácil del cine comercial nacional, aporta una mirada fresca y pertinente hacia la configuración de una sociedad mexicana que parece sólo a haber mutado en sus referencias y denominaciones de los unos para con los otros.

“Las Niñas Bien” llegará a las salas de cine de México el viernes 22 de Marzo de 2019.

Alberto Marín