Reseña de la película: Hellboy

Título: Hellboy
Dirección: 
Neil Marshall
Guion: 
Andrew Cosby, Christopher Golden (Cómic: Mike Mignola)
Fotografía: 
Lorenzo Senatore
Música: 
Benjamin Wallfisch
Elenco: 
David Harbour, Ian McShane, Milla Jovovich, Sasha Lane, Daniel Dae Kim, Thomas Haden Church, Penelope Mitchell, Sophie Okonedo, Brian Gleeson, Kristina Klebe, Alistair Petrie, Ashley Edner, Douglas Tait, Bern Collaco, Mario de la Rosa, Atanas Srebrev, Michael Heath, Ava Brennan, Mark Basnight, Eddy Shore, Tihomir Vinchev, Anthony Delaney, Vanessa Eichholz
Género: Acción
Distribuidora: 
Imagem Filmes
País: 
Estados Unidos
Duración: 
120 min.
Fecha de estreno: 
11 de Abril de 2019

Hacer comparaciones es algo que resulta tan engorroso como natural. Natural porque es una de las formas de asimilación de conocimientos y toma de decisiones a nivel cerebral. Engorroso porque, si la comparación no se hace de forma adecuada, da paso a prejuicios y valoraciones sesgadas sobre el objeto que recibe la acción.

Sin embargo, también se dan los casos en que, aparte de potencialmente engorroso, comparar es casi obligado y necesario, sobre todo en productos culturales como los son el arte, y dentro de este último, las películas. Más cuando estás películas están basadas en otros materiales anteriores, como los cómics, y tiene también versiones fílmicas previas con una base de aficionados dispuesta a arrojar piedras a las primeras de cambio. No es que eso por sí mismo sea malo, pero suele serlo en la medida en que impida ver cómo es que el nuevo producto falla y funciona, sí dentro de algo parecido a una micro tradición, pero en sus propios términos.

Todo la anterior es una mera excusa para disculpar la comparación, la más obvia posible, que el tema en cuestión sin duda alguna va a levantar. Así que, sin más preámbulo y con rapidez, hay que tomar al toro (sin broma intencional) por los cuernos… o, mejor dicho, al diablo (esta sí es broma intencional).

El nuevo Hellboy (Neil Marshall, 2019) dista mucho, para bien y para mal, del creado por Guillermo del Toro, tanto en forma como en fondo. No obstante, la única comparación válida, en tanto que no estira demasiado el argumento, es la identidad propia de cada versión. Hellboy es un personaje rico en temas, tanto por su naturaleza fantástica como por tocar situaciones reales a partir de las dinámicas que la fantasía plantea. En eso, Hellboy, el cómic, está en deuda con los pastiches pulp de los que emergió el cómic de hoy en día.

Esa variedad temática dio pie para que del Toro prestara más atención a los efectos fantásticos y los trasladara al campo de sus fabulaciones personales. Esto tuvo sus bemoles, y tiene tanto detractores como defensores. Lo que no se puede objetar es que su Hellboy tuvo un tema y un tono propios de principio a fin, a pesar de las añadiduras que le otorgó, sobre todo en su segunda entrega. Cosa que el nuevo Hellboy no tiene, del todo (sin juego de palabras, pero que bonito se ve).

La versión de Marshall, al generar un cambio en el tema y el tono, da paso a un ente propio, pero con altibajos en todos los departamentos que da como resultado un producto no del todo cuajado, como gelatina de fiesta infantil, pero con un gran potencial para el entretenimiento y la taquilla.

La falta de cohesión recae sobre todo en las áreas técnicas de la cinta, de las cuales algunas, las visuales, pueden disculparse como guiños al camp que puebla las producciones serie B de antaño. Por sí mismos estos guiños no serían problemáticos, a fin de cuentas, si el pulp fue el lado B de los cómics, la serie B fue lo mismo para el cine, como su letra de identificación lo señala. El problema es cuando el CGI, los planos, y hasta la historia entran en un estilo B, pero las actuaciones no (las cuales, al ser serias, rompen el camp).

Esto genera una dificultad para tragar las cosas sin hacer objeciones. Porque de repente da la sensación de estar ante un filme más cercano a las entregas que Paul W. S. Anderson hizo para Resident Evil, por sus efectos, que a algo de Sam Raimi, por mencionar a alguien que hace un uso más competente del artificio serie B para narrar sus historias. Así, el CGI no funciona por momentos porque su falta de “cuidado” se hace notoria, y se refuerza con planos inclinados que rompen la narración visual. Se puede decir que el uso de ese plano tiene esa función, romper la narración, pero su objetivo es aportar o reforzar un elemento tan poderoso que rompe toda estructura. En el caso de Hellboy, vaya que se necesita de algo poderoso para romper una fantasía, cosa que dichos planos ni aportan ni refuerzan.

Para acabarla de amolar, la música no ayuda. ¿Es buena? Sí, como dicta el canon después del trancazo que fue el Vol. 1 de Guadians of the Galaxy (James Gunn, 2014). ¿Funciona? No en tanto que suena a todo volumen, a diferencia de la cinta de Gunn, como buscando distraer de una edición por momentos torpe, sobre todo en las escenas de alto volumen, que son las de pelea, y que recuerdan a esa cámara frenética de Michael Bay que tanto hizo, para mal, para la saga Transformers.

Para terminar con los posibles fallos, basta señalar que el guion de Andrew Cosby y Christopher Golden funciona, pero abusa de las explicaciones orales, lo cual hace que la historia tenga demasiado peso en tramo inicial y tarde en arrancar. Como ejemplo está la subtrama (sin adelantos) que lleva al desarrollo de la trama principal, el desenlace de esa subtrama hace notar que se pudieron ahorrar detalles redundantes y aprovechar el tiempo para apuntalar al equipo que estará con Hellboy, haciendo que la cinta tuviera más agilidad en su acción.

Ahora, si la cinta no entra de lleno en un atolladero se debe al cuidado de los efectos prácticos y a la entrega de los actores para con el proyecto.

En fecha previa al estreno, David Harbour estuvo en una rueda de prensa con medios nacionales. En la misma destacó la labor del equipo de maquillaje y caracterización en la creación del personaje, y como él mismo busco entrenarse para ello. Asimismo, comentó como se involucró con Mignola para darle matices propios a un Hellboy que buscaba alejar del encarnado en las cintas previas por Ron Perlman. Todo lo anterior se nota.

La interpretación de Harbour se nota más humana, tanto en sus respuestas emocionales como en las físicas. Es un ser que se siente incomprendido, y que busca evitar encarar esa falta de comprensión mediante los mismos hábitos que la encarnación. La diferencia es que esta entrega da como consecuencia un personaje cuyas decisiones tempestuosas tienen costos. Estos costos, y emociones, se observan en un trabajo de maquillaje y caracterización que parece descuidado, pero que tienen fundamento en que este Hellboy tiende también a ser un personaje adolescente. Así, sus cuernos rotos y su piel, su fisonomía en total, dan cuenta de características propias de la adolescencia: sucios, sin pulir, con heridas en constante proceso de sanación y acumulación en la medida en que sigue buscando sus límites y sus anclas existenciales.

Aparte está la labor propia de Harbour. Es él, junto con Ian McShane en el papel del profesor Bruttenholm los que dan las notas más altas (las cuales rompen, como ya se ha dicho, ese encanto tipo B, que depende de actuaciones más cándidas) y establecen la base relacional de padre e hijo para el comportamiento adolescente de Hellboy. El resto del elenco es solvente: Milla Jovovich es cumplidora, como siempre, y muestra una belleza que, no por menos ostentosa, deja de ser impactante; Daniel Dae Kim (Jin de Lost) funciona como un buen amienemigo de Hellboy. Sin embargo, es Sasha Lane, como Alice Monaghan, la que genera mayor química con Harbour, y esa relación es la que da sentido y fuerza a los esfuerzos de Harbour, al mostrar otras facetas a desarrollar a largo plazo en la medida en la que los personajes maduren.

Por todo lo anterior se puede decir que este Hellboy tiene un carácter suficiente para establecer un universo con motivos propios (lo que parece ser la intención, considerando lo que muestran las escenas post-créditos). Si los titubeos en la entrega final tienen que ver con la falta de experiencia del director ante proyectos de esta envergadura, o sí son conscientes y buscan realzar el conflicto interno del personaje central en un intento de gore B, será materia para el juicio de quienes le den una oportunidad a este próximo estreno.

“Hellboy” llegará a las salas de cine de México el jueves 11 de Abril de 2019.

Alberto Marín