Reseña de la película: Estoy pensando en dejarlo
Título original: I’m Thinking of Ending Things
Año: 2020
Duración: 134 min.
País: Estados Unidos
Dirección: Charlie Kaufman
Guion: Charlie Kaufman (Novela: Ian Reid)
Música: Jay Wadley
Fotografía: Lukasz Zal
Reparto: Jessie Buckley, Jesse Plemons, Toni Collette, David Thewlis, Guy Boyd, Colby Minifie,
Productora: Distribuida por Netflix.
Género: Intriga. Drama
Sinopsis:
Un atajo imprevisto provoca que una mujer, en plena búsqueda de un modo de romper con su novio, tenga que reconsiderar toda su vida.
Opinión:
En “De qué hablamos cuando hablamos de amor”, cuento que da título a la colección de 1981 del escritor estadounidense Raymond Carver, los protagonistas giran en torno al vórtice siempre ávido y truculento del hecho amoroso y sus interpretaciones, sin pisar tierra nunca, como es obvio y esperado en ese tipo de acometidas.
Con herramientas y recursos distintos, Charlie Kaufman (Nueva York, 1958) ha tratado de responder la misma pregunta, o al menos eso lo atestigua una parte nada despreciable de su carrera. Lejos de la idea tradicional del romanticismo Hallmark, y cercano al romanticismo viejo, de ese que no se escribe hace tiempo, Kaufman ha elaborado una serie de acercamientos a la situación amorosa en sus vertientes menos esperanzadoras, rayanas en la mendicidad anímica.
Bajo esa perspectiva, I think of ending things (2020) es una suma de sus pasos previos. Por un lado, están los riesgos estructurales de Being John Malkovich (1999), Confessions of a dangerous mind (2002), Adaptation (2002) y Synedoche, New York (2008), todas ellas guionadas por Kaufman con excepción de la última, que fue su debut como director, en las cuales la fusión de lo real con lo imaginario, el efectismo visual y la sinceridad descarnada de diálogos largos casi plúmbeos, marcan la pauta en historias simples y casi manidas, pero que generan algo parecido a la sospecha y la angustia existencial una vez que pasan por el filtro kaufmaniano.
Por el otro, están sus guiones decisivamente en clave amorosa para Michel Gondry que son Human nature (2001) y Eternal sunshine of the spotless mind (2004), que prestan hálitos a I think of ending things, la cual roba algo más que los planos cenitales del hielo (ora más claro y delgado, ora más denso y opaco) de Eternal sunshine para presentar un par de semi exiliados del mundo y de sí mismos que por fortuna de la coincidencia, y los esfuerzos mentales, pasan del enclaustramiento solitario al acompañado.
Finalmente está la presencia de su segundo metraje dirigido, Anomalisa (2015), de la cual arranca el pasmo y el horror pequeño que conlleva la constante deflación de las expectativas, para moverlas hacia el terreno torvo de la duración del engaño amoroso y sus querellas. Si en aquella lo que importa es el ser que sale del anónimo y rompe con su excentricidad un mundo de rostros homologados, en I think of ending things el hastío viene de la rumiación enumerativa de las razones por las cuales, y con sólo un puñado de momentos añorados como dique contra la desesperación, ha llegado el momento siempre postergable de pasar de pensar a realmente terminar las cosas.
Pero, como suele suceder con Kaufman, el resumen es imposible. La ¿historia?, no sólo rompe la linealidad con sus cortes a una situación paralela que cobra importancia conforme el final se acerca, sino con las mutaciones que sufren Jake (Jesse Plemons) y Lucy (Jessie Buckley), la pareja protagónica, a medida que las largas charlas de carretera (¿hay una que sea corta?) y las escenas absurdas que se suceden una vez que llegan a casa de los padres de Jake (David Thewlis y Toni Collete) desgastan más y más todas las buenas intenciones iniciales por entablar y mantener una conversación que se anuncia imposible desde las primeras líneas de diálogo de la cinta.
Con respecto a Toni Collette, esta última y Buckley dotan de una luminosa plasticidad a los giros y cambios que afectan a los personajes entre momentos de viñeta pictórica gringa en drogas. Collette lo hace con la capacidad de contener y explayar los gestos en cuestión de un parpadeo; Buckley con el movimiento sutil de la masa de poliedro pulido que tiene por rostro, con lo cual un cambio de iluminación y un giro aquí y una inclinación allá cambian toda la intencionalidad.
Y, sin embargo, a pesar de los disparates a veces sutiles y a veces descarados, y de la aparente soledad rota y vencida que los entes kaufmanianos parecen contener, hacia el final de la cinta se insertan secuencias de baile y musical que, aunadas a un par de referencias cursilísimas del Hollywood más almibarado y bien portado, parecen señalar que Kaufman busca plantear, en sus diálogos e imágenes, más que una pregunta sobre el amor una serie de apostillas doctas y densísimas que dejan entrever una melcocha menos empalagosa y más cercana y en sintonía con la forma en que las relaciones nacen, se arrastran, se desangran y, tal vez, prosperan en el a veces inhóspito y gélido mundo en el que se pervive día a día.
Eso, o tal vez otra cosa, se puede extraer de una cinta que, parafraseando a Carver, permite oír los latidos de nuestros corazones y de las pulsaciones de un cerebro pasmado, y el ruido humano que hacemos sentados, sin movernos, una vez que la pantalla queda a oscuras.