Reseña de la película «El hoyo»
Titulo original: El hoyo
Año: 2019
Duración: 1h 34min
País: España
Dirección: Galder Gaztelu-Urrutia
Guion: David Desola, Pedro Rivero
Música: Aránzazu Calleja
Fotografía: Jon D. Domínguez
Reparto: Ivan Massagué, Zorion Eguileor, Antonia San Juan, Emilio Buale, Alexandra Masangkay, Eric Goode, Algis Arlauskas, Miriam Martín, Óscar Oliver
Productora: Basque Films
Género: Ciencia ficción. Thriller | Distopía. Supervivencia. Gore
El cine español nos ha ofrecido grandes narradores de historias desde la caída del Franquismo, siendo un punto fundamental la década de los ochentas donde la Movida Madrileña fue fundamental para revivir la cultura del país ibérico que había sido oprimido por décadas.
De aquí salieron voces como las de Pedro Almodóvar (La Ley del Deseo, Mujeres al Borde de un Ataque de Nervios), Fernando Trueba (Belle Epoque, Chico y Rita) o Fernando Colomo, entre otros que con sus obras transgresoras marcaron una época que influenciaría a posteriores directores en el séptimo arte como Alejandro Amenabar, Alex de la Iglesia o Paco Plaza y Jaume Balagueró, entre otros.
Llega ahora a Netflix una propuesta nueva por parte de Galder Gaztelu-Urrutia, director/productor de género que después de estar detrás de la cámara en dos proyectos cortos, hace su debut con el largometraje El Hoyo, un thriller con momentos de terror social y psicológico que remite a otras obras y toca un tema que cada vez vemos más en estos días: la desigualdad social.
La cinta nos presenta a Goreng (Ivan Massagué), un joven que despierta en una prisión vertical conocida como El Hoyo. Acompañado de Trimagasi (Zorion Eguileor), estos compañeros de celda tienen que sobrevivir el encierro en este lugar, uno donde la suerte les puede sonreír y estar en niveles más altos o bajos, dependiendo de una plataforma que los alimenta piso a piso por dos minutos diariamente.
Lo que aparenta ser una simple prueba para Goreng se convierte en una lucha por sobrevivir en un encierro donde la crítica social se hace ver, usando como pretexto la situación de los alimentos donde los más cercanos al primer piso comen mejor y los más bajos sobreviven de las sobras que se van dejando poco a poco los demás.
Ese peculiar tema aunado a la química entre estos dos personajes hace que lo mejor de esta ópera prima caiga en su primera mitad, donde la aparición de otros personajes abrirá la perspectiva de cómo funciona el Hoyo y lo que se puede hacer para sobrevivir con un discurso que se adapta de buena forma por ciertos aspectos destacados en la manufactura de la misma.
Resulta curioso cómo es que una cinta como El Cubo (Natali, 1997) sigue siendo un factor para muchas cintas que lidian con un poco de sci fi y encierros en su temática. Y es que para los que recordamos esa pequeña cinta de culto, al ver El Hoyo nos remitirá inmediatamente a ella. Desde el uso de los colores que van de los fríos blancos/azules a los intensos rojos, van creando una atmósfera de encierro eficiente que poco a poco ayuda a desarrollar esa parte de demencia de encierro en sus personajes.
Aunado a esto, el diseño de producción minimalista hace que la sencillez de cómo se ven las celdas sea el perfecto contexto para los eventos, decisiones y acciones que toman los personajes de este peculiar relato que también remite a la crítica social aplicada en toda la filmografía de Bong Joon Ho, sobre todo en aquella adaptación de esa novela gráfica llamada Snowpiercer (2013), donde hay también una lucha visible de clases de los ciudadanos más pobres que van del último vagón de un tren que no para hasta intentar llegar al primer nivel, el de los más ricos.
Las actuaciones destacan, sobre todo la de Ivan Massagué como Goreng, cuya odisea seguimos paso a paso más allá de los grandes tumbos que da hacia el final, así como algunos de los personajes secundarios, algunos con un gran sentido y otros que resultan un tanto desperdiciados en su desarrollo ya que no llevan o ayuda a la trama en sí, siendo estos más incidentales.
A pesar de los buenos puntos que tiene esta ópera prima resulta triste que rumbo al final se separe de su premisa original para mencionar situaciones pretenciosas acerca de religión y dejar un final tan abierto como inexplicable que deja una sensación de insatisfacción al espectador, ya que se siente a todas luces que más allá de un buen planteamiento no se supo hacia donde ir en su acto final y decidieron ir por el recurso de una conclusión abierta a la libre interpretación que resulta un tanto burda.
No se puede negar que la película de Gaztelu-Urrutia resulta una propuesta interesante de inicio y hasta entretenida, sin embargo, no propone nada novedoso en forma y su discurso se va diluyendo conforme pasa la cinta hasta que la resolución es similar a ver un vaso medio lleno o medio vacío sin las suficientes bases para dar esa decisión. Aun así, para este encierro, la cinta resulta ser una más que nos recuerda lo peligroso de las divisiones de clases y sus consecuencias, como la pérdida del humanismo en que ello deriva.