Reseña de la película: El Diablo a Todas Horas

Título original: The Devil All the Time

Año: 2020

Duración: 138 min.

País: Estados Unidos

Dirección: Antonio Campos

Guion: Antonio Campos,

Música: Danny Bensi, Saunder Jurriaans

Fotografía: Lol Crawley

Reparto: Robert Pattinson, Tom Holland, Bill Skarsgård, Mia Wasikowska, Jason Clarke, Sebastian Stan,

Productora: Distribuida por Netflix.

Género: Thriller.

Sinopsis

Desesperado por salvar a su mujer, Willard Russell convierte sus oraciones en un sacrificio. Las acciones de Russel llevan a su hijo Arvin a pasar de ser un niño que sufre abusos en el instituto a convertirse en un hombre que sabe cuándo y cómo ha de pasar a la acción. Los acontecimientos que se dan lugar en Knockemstiff (Ohio) desatan una tormenta de fe, violencia y redención que se desarrolla a lo largo de dos décadas.

Opinión

La cultura estadounidense es un abanico de identidades, culturas, creencias y razas que han provocado choques enormes en la construcción de un país que a veces parece abogar por la división en lugar de la unión de todas estas voces que por años han luchado por hacerse escuchar en medio de la búsqueda del «sueño americano», ese que algún día clamaba ofrecer lo mejor para quienes lo buscaban.

Pero detrás de ese sueño, siempre hay traspiés. Si bien los Estados Unidos contemporáneos han demostrado que ese concepto ha quedado ya muy atrás en medio de las tensiones políticas y sociales en que se encuentran, basta con darle una revisión a su historia para comprender la gran paradoja doble moralina que circunda detrás de las barras y las estrellas.

Para muestra, basta ver la nueva producción de Netflix, El Diablo a Todas Horas, dirigida por Antonio Campos, basada en la novela de Donald Ray Pollock, donde relata los hechos que acontecen en un pueblo de Knockemstiff entre los años de 1945 y 1965, tiempos marcados por el final y comienzo de un par de guerras que cambiaron la cara de este país.

El relato conjunta a varios personajes en un ensamble que poco a poco llegará a su punto climático al juntar a estos diversos personajes en un mismo camino y desenlace. Tenemos la historia de Willard Russell (Bill Skarsgaard) y su peso dramático que caerá sobre su hijo, Arvin (Tom Holland). También está la devota Helen Hatton (Mia Wasikowska) que caerá en las redes de un extremo devoto, Roy Laferty (Harry Melling) para tener consecuencias funestas, así como la historia de dos enamorados, Carl (Jason Clarke) y Sandy (Riley Keough) que serán perseguidos por sus acciones hasta el final.

La principal virtud de la cinta se presenta justamente en el ensamble actoral, donde cada uno de los personajes se va desarrollando poco a poco y tiene sus momentos de lucimiento. Desde la desesperación absoluta de Willard (Skarsgaard) hasta la demencia religiosa de un párroco joven (Robert Pattinson), la película cuenta con interpretaciones a la altura de la amarga historia que se cuenta y que no duda poner el dedo en la llaga en cuanto a los problemas de la doble moral y el fundamentalismo religioso.

El guión tiene también sus virtudes al adaptar esta novela oscura de buena forma sin tentarse el corazón al no querer suavizar los actos atroces que vemos ocurrir en nombre de la justicia o la religión, lanzado una mordaz crítica a la moralidad norteamericana mostrándonos uno de los lados más feos de la cara del «sueño americano» donde las apariencias engañan y aquello que tanto suelen criticar resulta estar presente en los lugares más recónditos de este país.

La labor en fotografía por parte de Lol Crawley (Vox Lux, The OA) le da un toque especial a este paisaje de Ohio, contagiando al espectador de una sensación de nostalgia, de violencia contenida así como de una cuestión religiosa donde pareciera que Dios no existiera en este lugar y el Diablo se escondiera en cada rincón, en cada movimiento o en cada pequeño acto que los personajes realizan.

Sin embargo, uno de los problemas que podría generar en el espectador esta cinta es la falta de empatía por sus personajes. Esto debido a que ninguno cae en la linea moral del bien y el mal, lo que los hace tan ambiguos como ciertamente desagradables, algo similar a lo visto en cintas como Foxcatcher (Miller, 2014), donde la crudeza o la frialdad de los actos que vemos cuestiona siempre los valores hacia lo moralmente bien visto, una característica inherente desde la obra. El mérito en esta adaptación es, justamente, respetar esa esencia y llevarla a lo audiovisual de buena forma, provocando esas sensaciones en quien ve la película.

Otro problema que puede enfrentar la cinta es la duración, ya que hacia la mitad de este profuso relato se siente un poco lento el fluir del mismo pero lo compensa con un clímax intenso que va uniendo los hilos conductores de toda esta telaraña de historias que desnudan, critican y juegan con la moralidad de tal forma que nadie es realmente libre de pecado para poder tirar la primera piedra.

Al final, El Diablo a Todas Horas presenta un filme que demuestra las peores caras del «sueño americano», donde Campos no teme meterse de lleno en las entrañas de una parte del país donde el fundamentalismo religioso que profesan no los hace mejores del que tanto critican, donde la justicia que aparentan solamente ve hacia donde le conviene y donde la doble moral persiste hasta la fecha en una nación o hasta un mundo donde el diablo se oculta en los detalles más pequeños pero no es el culpable de los mismos.

Aarón Navarro

Comunicólogo, melómano, cinéfilo, amante de la lectura. Escribo opiniones/reseñas de películas y series.