Reseña de la película: El Complot Mongol

Título: El Complot Mongol
Clasificación: 
B
Dirección: 
Sebastián del Amo
Guion: 
Sebastián del Amo (Novela: Rafael Bernal)
Fotografía: 
Alejandro Cantú
Música: 
Andrés Sánchez, Dan Zlotnik
Elenco: 
Damián Alcázar, Bárbara Mori, Eugenio Derbez, Javier López ‘Chabelo’, Roberto Sosa, Hugo Stiglitz, Gustavo Sánchez Parra, Hector Kotsifakis, Ari Brickman, Diana Lein, Ramón Medína, Rodrigo Murray, Lisa Owen, Mauricio Isaac, Beng Zeng Wong, Dobrina Liubomirova, Faisy, Salvador Sánchez, Mara Escalante, Moisés Arizmendi, Enrique Arreola, Hari Sama, Sebastián del Amo
Género: Thriller
Distribuidora: 
Cinépolis Distribución
País: 
México
Duración: 
116 min.
Fecha de estreno: 
18 de Abril de 2019

Cine y literatura guardan relaciones cercanas prácticamente desde el origen del primero, razón por la cual no es de extrañar con regularidad salgan adaptaciones de obras literarias para la pantalla grande. El cine mexicano no está exento de esa situación, pues desde sus inicios a la fecha ha tenido la costumbre de buscar entre sus estantes bibliográficos material para sus ficciones propias.

Uno de esos materiales es la base de la obra que viene a cuento en esta ocasión, El complot mongol. Publicada en 1969 y trazada por Rafael Bernal, escritor y diplomático mexicano, la novela es una de las cartas fuertes de la novela negra mexicana y una potencial mina que ha dado material para elaboraciones cinematográficas, como la de 1977 del director español Antonio Eceiza, quien realizó una adaptación con la participación de Pedro Armendáriz Jr., Ernesto Gómez Cruz y Blanca Guerra.

Ahora toca turno a una nueva versión, de la mano de Sebastián del Amo, cuya obra más reconocida es el biopic de Mario Moreno, Cantinflas, que realizó en 2014. Su nueva producción toma la historia base de los originales de Bernal y Eceiza, en la cual un personaje marginal de la “justicia” mexicana se ve enredado en una intriga internacional a tres bandas, pero cambia el tono y el estilo.

Donde Eceiza retoma los elementos rudos y sórdidos de la obra de Bernal, del Amo se acerca más a la forma en que se ha representado visualmente, tanto en las portadas de las sucesivas ediciones como en su traslado al cómic, dando como resultado un acomodo pulp que se siente como si el cinismo y la vileza presentes en el texto de Bernal, y en las cintas de la Época de Oro del cine nacional, se mezclaran con los excesos (afortunados o no) musicales y visuales de las producciones mexicanas de los 60s, con lo cual la historia gira hacia un tono entre cínico y paródico que funciona como divertimento ligero.

Para lograr esto la cinta opera en torno a decisiones estilísticas y actorales notorias. En lo estilístico están el juego con los colores (rojo, verde y amarillo) para dar el toque de ilusión pulp que se desprende de las ilustraciones de la novela y de las raíces del género negro; también está una ambientación bien lograda que, además de las locaciones con aire sesentero, recurre a referencias culturales propias de aquellos años y a inserciones musicales basadas en los hits de la época, sobre todo los de la música de tríos y el space age pop de Juan García Esquivel, así como en las partituras de las cintas afines de dicho periodo.

En cuanto a lo actoral, Filiberto García ahora cae en manos de Damián Alcázar, quien lo ubica muy en la línea de los personajes que ha creado de la mano de Luis Estrada (La ley de Herodes, El infierno, La dictadura perfecta). De tal suerte que su personaje retoma el aire de bribón majadero contenido en el original de Bernal, así como su diálogo interno y el enamoramiento que siente por Martita (Bárbara Mori), una mujer de origen chino y que labora en una tienda del barrio chino de la Ciudad de México.

Con todo esto, del Amo entrega una adaptación ágil y divertida que, sin embargo, genera cierto malestar pasada la ingesta. Este puede deberse al menos a tres razones: una es que el exceso de estilo en la iluminación y los planos llega resultar cansado pues su uso constante, aunque poco ordenado, pierde efectividad y hace que se olvide que tienen un uso inicial para enmarcar situaciones y personajes antes que darle un acabado total a la cinta.

Otra, también dentro de posibles culpas del estilo, es la ruptura de la cuarta pared por parte de Alcázar para darle viveza a sus pensamientos y preocupaciones, tanto con respecto al caso que le ocupa como a su situación con Martita. Esta ruptura es irregular ya que por momentos está muy presente, aunque posteriormente cae en el olvido para regresar escenas después, pero más dosificada, evitando que se establezca un ritmo que de impacto y funcionalidad más allá del efectismo de su uso, haciendo que lo que podría funcionar como una contra-parte mexicana de Frank Underwood de House of card quede en buenas intenciones.

Y la tercera está en la parte de las caracterizaciones. Si bien es entendible que estas buscan lograr conexiones con la parafernalia propia de los materiales culturales de los años 50 y 60, en especial los relacionados con los géneros de detectives y espionaje y los cómics, fallan por ser recargadas y prescindibles, por no decir poco decorosas al recaer en estereotipos, gastados y perniciosos, como única herramienta para desarrollar personajes, a la vez que pasan por alto las sutilezas que Bernal usó para establecer la desconfianza que Filiberto siente para con todos, incluida Martita muy a pesar de él mismo.

Del Amo ha señalado que la historia del Complot no pierde vigencia porque, a pesar de la distancia temporal, los elementos de la intriga no han caducado, como si la Guerra Fría únicamente hubiera cambiado de escenarios. Tal parece que no sólo son los macro-elementos los que siguen en pie, sino también los micro, muchos de ellos representados en las taras del pensamiento mexicano que Filiberto García y sus acompañantes encarnan y que, casi casi sin querer queriendo, la nueva versión de El complot mongol exhibe en toda su actualidad.

“El Complot Mongol” llegará a las salas de cine de México el jueves 18 de Abril de 2019.

Alberto Marín