Reseña de la película: El asesinato de la familia Borden

Título en español: El asesinato de la familia Borden
Título original: Lizzie
Dirección: 
Craig William Macneill
Guion: 
Bryce Kass
Fotografía: 
Noah Greenberg
Música: 
Jeff Russo
Elenco: 
Chloë Sevigny, Kristen Stewart, Jamey Sheridan, Fiona Shaw, Kim Dickens, Denis O’Hare, Jay Huguley, Jody Matzer
Género: 
Thriller
Clasificación: 
C
Distribuidora: 
Diamond Films
País: 
Estados Unidos
Duración: 
105 min.
Fecha de estreno:
 1 de febrero de 2019

El problema con los spoilers, o al menos el problema principal que se discute al momento de evitarlos, es la información clave que revelan, con lo cual se desvanece la expectativa que genera la posible frescura de la trama descubierta.

Sin embargo, ¿cómo resolver el problema cuándo desde el título mismo de la película se anuncia el ­spoiler? Esa situación es la que enfrenta, y no libra de manera satisfactoria, El asesinato de la familia Borden (Craig William Macneill, 2018).

El título (el original en inglés es aún más directo en su revelación, con lo cual por una vez el título en español resulta más conveniente que el original, cosa rara en las traducciones mexicanas de títulos) nos pone directamente en la situación que se nos va a presentar, misma que en los primeros minutos queda establecida claramente: la familia, o cierta parte de ella, Borden ha sido asesinada. Todo lo que sigue durante la duración de la película es aclarar quién o quiénes son los culpables, así como sus motivos.

Culpables y motivos que en la historia verídica (la película está basada en hechos reales) no han logrado identificarse plenamente, siendo este vacío del que se aprovecha el guionista Bryce Kass para establecer una historia que gira en torno a pasiones secretas en medio de una sociedad y un ambiente opresivo. Sin embargo, la historia, pese a la posible potencia que pudo desarrollar al inclinarse por un suspenso victoriano, queda a deber ante la debilidad de sus resultados finales, los cuales no terminan de cuajar, en gran medida, a la parquedad de las actrices principales, Chloë Sevigny (quien también produce el filme) y Kristen Stewart.

Ambas actrices comparten críticas en cuanto a la parquedad y escaso repertorio de emociones que pueden expresar mediante el rostro. No obstante, esa parquedad, acompañada de una sugerente androginia erótica, las llevo a ser semi divas en sus respectivos momentos de mayor fama (Sevigny, además de ícono de la moda ha trabajado con directores de la talla de Volker Schlöndorf, Jim Jarmusch, Olivier Assayas y Lars von Trier, entre otros; Stewart, además de ídolo vampírico pop adolescente, ha trabajado con David Fincher, Sean Penn, Floria Sigismondi, Olivier Assayas y Woody Allen, por mencionar algunos) lograron trabajos en los que esa actitud neutra logra resultados efectivos.

Así, lo que parecía un elenco bien seleccionado termina por resultar contraproducente conforme avanza la película. Si bien logran crear personajes sometidos y con conflictos internos creíbles que esperan y necesitan una catarsis para dar fuerza los hechos a los que se enfrentarán, esta última no llega. Y la frustración ante la falta de catarsis es mayor debido por un lado al tono de la película, que de tan opresivo no da respiro para regresar con atención y ganas a la trama gris y asfixiante que se muestra; alguien comentó en la sala que nadie sonríe, y esa falta de un alivio cómico, por mínimo que sea, es decisiva al no generar momentos que hagan bajar la defensa del espectador para recibir los sugerentes motivos que pinta poco a poco el director.

Por otro lado, la decisión de basar la respuesta a los acontecimientos en las respuestas faciales resulta contraproducente al prescindir de escenas en las que se muestre el asesinato. Un asesinato cruento (basta buscar las descripciones más mínimas sobre el asesinato que hay en Internet) que podría hacer las delicias de un realizador o un espectador gore es tomado con pinzas, mostrando apenas unas cuantas tomas de los cuerpos ultimados. ¿Y qué se obtiene al prescindir de planos agresivos? Rostros sin emoción, los cuales minutos antes mostraban una serie de estados anímicos contenidos que no logran expulsarse, dejando insatisfecho al espectador al no otorgarle la complacencia ganada por derecho con cierto esfuerzo.

Ahora bien, lo anterior no quiere decir que la cinta sea mala. La música minimalista y efectiva de Jeff Russo acompaña sin entrometerse, dando la pauta justa para establecer el suspenso. Y la cinematografía de Noah Greenberg es de una claridad narrativa que entristece aún más las bajas respuestas de las actrices estelares. Con una iluminación parca y opaca, de la mano de una cámara que reduce y sofoca cuando es necesario e ilumina y abre cuando se requiere, Greenberg por sí sólo le aporta un atisbo de belleza evocadora a la cinta (las secuencias finales hablan más debido a la cámara que a lo esperado de las mujeres observadas).

Se dice que sólo se debe romper el silencio cuando lo que se expresará es más hermoso que el silencio mismo. Algo así puede decirse del misterio; su develación requiere de algo más bello que el mismo misterio. La cinta, al ser modestamente bella en su fotografía, pero poco efectiva en su guion y en su dirección, muestra que a veces la belleza no basta para ocupar el lugar del enigma.

«El asesinato de la familia Borden» llegará a las salas de cine de México el viernes 1 de febrero de 2019.

Alberto Marín