Título: Dolor y Gloria
Dirección: Pedro Almodóvar
Guion: Pedro Almodóvar
Fotografía: José Luis Alcaine
Música: Alberto Iglesias
Elenco: Antonio Banderas, Asier Etxeandia, Penélope Cruz, Leonardo Sbaraglia, Julieta Serrano, Nora Navas, Asier Flores, César Vicente, Raúl Arévalo, Neus Alborch, Cecilia Roth, Pedro Casablanc, Susi Sánchez, Eva Martín, Julián López, Rosalía, Francisca Horcajo
Género: Drama
Distribuidora: Universal Pictures México
País: España
Duración: 108 min.
Fecha de estreno: 04 de Julio de 2019
Usar el concepto de autor, dentro del medio cinematográfico, es hablar de un director cuya personalidad y visión subsume al resto de los departamentos para lograr el acabado deseado; es decir, más allá de la interpretación/escritura del guion y el trabajo con los actores toma parte también de las decisiones estilísticas para hacer de cada obra un reflejo de su vida interna.
Si bien el uso del término cine de autor es controversial, queda claro que pocos cineastas pueden gozar de las mieles de este referente como es el caso del director, guionista y productor español Pedro Almodóvar, cuyos filmes prescinden del nombre y se quedan con el patronímico poniéndolo a la altura de las grandes luminarias del cine en su totalidad, cosa que poco de sus contemporáneos y colegas de generaciones posteriores pueden suscribir.
Dentro del cine de Almodóvar se puede señalar distintas facetas, las cuales siempre mantienen las ganas del director por incomodar con sus posturas sobre la sociedad (particularmente la española como espejo de la total, o al menos de la occidental), la familia, la religión y la sexualidad humana “¿alterna?”, tópicos que se hallan presentes en su nuevo largometraje Dolor y gloria (2019), aunque de una forma menos transgresora.
En este, tal vez su filme más introspectivo y autobiográfico a la fecha, Almodóvar reflexiona sobre el trabajo creador, el amor, las motivaciones internas y los referentes culturales que dan vida y forma a su particular vista del mundo. Para ello utiliza como doble a Salvador Mallo (Antonio Banderas), un cineasta caído en la desgracia de los atisbos de la vejez, la cual se deja sentir a través de dolencias varias —explicadas mediante el uso de secuencias animadas que lucen por su forma de romper lo que sería una exposición tradicional del asunto, pero que también rompen el ritmo de la película, cosa perdonable dada que su presentación se da en los primeros minutos— que le hacen perder la concentración necesaria a la par que le confieren una nueva cercanía y apreciación con su cuerpo y su vida, como formas en constante cambio, y con su obra total, la cual toma nuevos matices a medidas que sus ojos cambian a medida que el cambia.
Estas vivencias lo llevan a sus primeros recuerdos, su aproximación a las artes, el encuentro con el otro como fuente de placer estético-erótico y de hondas cicatrices debidas a las penas por amor perdidas. Todo esto se puede presentir desde los créditos iniciales, los cuales se muestran como una portada de novela —las cuales son constantemente leídas por Mallo, llegando a mostrar entre sus pertenencias obras de J. M. Coetzee y Roberto Bolaño, autores autobiográficos donde los haya—con un uso de cuadros de títulos en el que se insertan los créditos iniciales, cuyo fondo cambiante en sus formas y colores remite a la forma en que se manufacturan ciertos papeles decorativos.
Este uso decorativo tiene importantes implicaciones en la trama, ya que el uso de los colores se amalgama con el resto del corpus a lá Almodóvar, llegando a un despliegue total en la decoración del loft de Mallo, el cual parece un mini museo de arte contemporáneo, tanto por las piezas de colección y mobiliario como por la forma en que estos y otros objetos más ornamentan las estancias, haciendo que lo que en manos de alguien menos diestro sería un aglutinamiento kitsch obtenga una personalidad propia que es más que la suma de las partes.
Otro elemento importante dentro de esta autobiografía ficticia es el uso de la música, la cual, si bien tiene referencias a las predilecciones del directo —pop español (en especial de la etapa de la movida española) y Chavela Vargas— se decanta por las composiciones de Alberto Iglesias, quien hace uso de cuerdas con piano que en su inicio, por los pulsos del último, remite a la Musica ricercata II (mesto rigido e ceremoniale) de György Ligeti usada por Kubrick en 1999 para Eyes wide shut (cinta acerca de los derroteros del alma y las influencias del juego ficticio sobre la realidad y viceversa), para poco a poco evolucionar para dejar de lado los tintes de intriga y opresión y entrar con unas cuerdas delicadas y nostálgicas que recuerdan a la Simple song #3 de David Lang usada por Paolo Sorrentino en ese estudio sobre la vejez, el pasado y el porvenir a pesar de la edad avanzada que es Youth (2015).
Así, si bien el metraje guarda alguno que otro momento de morbo y enfado para las “buenas” y timoratas consciencias, lo que se halla con mayor frecuencia es la rememoración de una vida que busca ser entendida y vivida desde una pléyade de fragmentos de memoria (el sol y la brisa, el hogar, la madre, la escuela y el abandono) cuyo poder se siente —dada la sensualidad que reviste el cine de Almodóvar— en el dar cuenta del poder del cine y las tribulaciones del gran amor —“el cine de mi infancia olía a pis, jazmín y brisa de mar” dice Mallo al hablar de su acercamiento al cine dentro de un monólogo teatral que sirve para abrir y restañar heridas provocadas en y por personajes del pasado—.
Es así como el filme parece más una reflexión propia de lo que el psicoanalista Erik Erikson denominaba como etapa de integridad frente a desesperación —en la cual las personas buscan, al enfrentarse directamente a la posibilidad de la muerte natural, lograr integrar la yo para decir “este fui, este soy, este seré” y lograr la paz en los tramos finales de la existencia— que uno de los tantos alegatos inconformes que le dieron fama al creador manchego. Dado lo expuesto en pantallas, que cierra con un encuadre que recuerda a la relación madre-hijo recreada artísticamente mediante la Virgen y Jesús, parece que Almodóvar se halla, si no en paz absoluta, en proceso de reconciliarse consigo mismo, su legado y su lugar en el mundo.
“Dolor y Gloria” llegará a las salas de cine de México el jueves 4 de Julio de 2019.