Reseña de la película: Corgi: Un perro Real

Título en español: Corgi: Un perro Real
Título original: 
The Queen’s Corgi
Dirección: 
Ben Stassen
Guion: 
Rob Sprackling, Johnny Smith
Fotografía: 
Animation
Música: 
Ramin Djawadi
Género:
Animación
Distribuidora:
Corazón Films México
País: 
Bélgica
Duración:
92 min.
Fecha de estreno: 
7 de Junio de 2019

Con un presupuesto de 20 millones de dólares llega a pantallas Corgi: un perro real (The queen’s corgi; Ben Stassen, 2019), una película animada que toma el hecho real del lazo significativo que tiene la reina Isabel I de Inglaterra con sus perros de raza corgi para plantear una historia enfocada desde la perspectiva de los perros.

La historia tiene como protagonista a Max, el perro favorito de la reina (título nobiliario incluido), que se ve desterrado de la residencia real toda vez que las travesuras guiadas por sus ganas de afecto, así como su falta de consideración por el resto de los corgis que conforman su familia, lo orillan a tomar decisiones que culminan con su exilio.

Sin querer inventarle el hilo negro, la cinta tiene una manufactura desigual. Por un lado, su animación es buena, sobre todo si considera su costo de producción. Por su puesto no es rival para una producción nipona o americana, pero su diseño de personajes (sobre todo el de los animales) tiene la suficiente elaboración para generar la mínima empatía necesaria para ganar el interés de la audiencia.

Tal vez su parte menos lograda son los ambientes en los que se desarrollan las aventuras de Max y sus amigos, que se sienten fríos y vacíos. De igual forma, los personajes humanos se sienten rígidos y acartonados, con excepción de la versión que se hace del actual presidente de los Estados Unidos de América, Donald Trump. Su caso es digno de comentar, en la medida en que su tratamiento animado hace que este personaje se sienta tan real como su contraparte de carne y hueso, no sólo porque su plasticidad visual obra a la perfección para resaltar, de forma crítica, la banalidad de un presidente conocido por sus pifias y dislates antes que por su valor como estadista.

Este mecanismo crítico, que funciona tan bien en el caso del presidente Trump y su familia cuando visitan a la reina inglesa, falla al momento de poner bajo observación las formas y rituales reales, los cuales por sí mismos son tan acartonados y artificiosos como cualquier acto del presidente norteamericano, sólo que la forma de hacerle frente dista de poder ser la adoptada en el caso gringo. Si se considera la tensa relación entre el Reino Unido y la Comunidad Europea, parecía que era una buena oportunidad para hacer comentarios al respecto una vez que se da el espacio y tiempo para bocetar chistes a expensas de la torpeza de los funcionarios públicos.

En cuanto a la historia no humana, la de Max, que debe ser la más fuerte en virtud que es la del protagonista, el filme no encuentra un tono adecuado, pues su búsqueda de dar mensajes para la audiencia adulta que obviamente tendrá que verla en compañía de sus hijos pequeños, se intercalan escenas que pueden parecer grotescas o fuera del tono familiar, al menos para las audiencias que son poco liberales y maduras que las europeas, esto en temas de índole romántica y sexual.

Esta falta de registro se ve acompañada de un desarrollo de personajes que hace fatigosa una buena parte de la cinta, ya que se presentan más personajes de los necesarios para establecer a la compañía final de Max, con lo cual se pierde tiempo que luego se busca recuperar agilizando la historia cuando se acerca el final, dejando cabos sueltos.

Por ello, Corgi: un perro real queda a deber como historia familiar, pero al menos presenta componentes que permiten pensar que en Europa se está cocinando una visión propia alejada de los estudios hollywoodenses a la hora de presentar historias animadas, con temáticas variadas que dan apertura a la crítica social que otras producciones han dejado de lado para poder acceder a más públicos y billeteras.

“Corgi: Un perro Real” llegará a las salas de cine de México el viernes 7 de Junio de 2019.

Alberto Marín