Reseña de la película: Climax

Título: Climax
Dirección: 
Gaspar Noé
Guion: 
Gaspar Noé
Fotografía: 
Benoît Debie
Música: 
Varios
Elenco: 
Sofia Boutella, Romain Guillermic, Souheila Yacoub, Kiddy Smile, Claude Gajan Maull, Giselle Palmer, Taylor Kastle, Thea Carla Schott, Sharleen Temple, Lea Vlamos, Alaia Alsafir, Kendall Mugler, Lakdhar Dridi, Adrien Sissoko, Mamadou Bathily
Género: 
Thriller | Drama
Distribuidora: 
Cine CANIBAL
País: 
Francia
Duración: 
95 min.
Fecha de estreno:
 18 de enero de 2019

Gaspar Noé es un cineasta que no admite concesiones. Su obra, un puñado de largometrajes y otro tanto de cortos, es una muestra de todo (sobre todo en lo tocante a las áreas técnicas del uso de la cámara) menos de un cine accesible al gran público, en parte debido a los mismos riesgos que toma en los emplazamientos y los movimientos de la cámara.

Clímax (2018) no es la excepción a lo antes señalado. Retomando la garra de sus primeras obras (Sólo contra todos, 1998, e Irreversible, 2002) y los ejercicios catalogados como propositivos pero un tanto vacíos de contenido narrativo (Enter the void, 2009, y Love, 2015), Noé nos ofrece una de sus películas mejor logradas, acaso de la talla de Irreversible, obra que le dio la proyección internacional tanto por su estilo peculiar de perturbar al espectador como por la historia que se mostraba en pantalla, con los que ponía a prueba los límites éticos del cine como representación y espectáculo.

La cinta, basada en hechos reales, nos muestra el malviaje que un grupo de bailarines franceses tiene en medio de una celebración debida a una futura gira artística. Esta situación da pie a una crítica a los límites y tabús de una sociedad de vanguardia, como la francesa y acaso toda la que ha abrevado de los cimientos de su ideal republicano, que no deja de tener tópicos que son preferibles no mostrar, al menos en y al público.

El evento detonador mismo, el malviaje, es en sí un ejemplo de esta secrecía. Pocas veces se ha mostrado el efecto orgiástico y febril que las drogas causan en los cuerpos, tanto como entidades individuales como colectivas. Se puede señalar los acercamientos realizados en Kids (Larry Clark, 1995) y Proyecto X (Nima Nourizadeh, 2012); o el estilismo del efecto y la vivencia de la droga en Mark Renton antes, durante y después de la ingesta (Trainspotting, Danny Boyle, 1996) y en Dredd (Pete Travis, 2012).

Sin embargo, el genio de Noé hace que lo que en otros casos podría parecer una apología del libre consumo de estupefacientes se muestre en su faceta más perturbadora y frustrante gracias a planos sostenidos (acompañados de las tomas en movimiento tan propias de Noé, a las que se le suman cenitales que aumentan la de por sí ya carga voyerista del cine de este autor) que, acompañados de un soundtrack de antología (que es tan esencial para el desarrollo de la obra que Noé no tiene empacho en colocarlo en los créditos iniciales como si fueran, que lo son, protagonistas de la historia), nos sumergen en la piel y las reacciones de unos protagonistas dignos de alabanza puesto que, salvo Sofia Boutella (La momia, 2017), se trata de actores no profesionales.

Otra cosa interesante de la película es su mezcla de declaración de principios y manual que antela las situaciones por venir. Declaración de principios porque en la segunda secuencia, en apariencia sencilla, nos muestra los elementos que definen el cine de Noé. Una pantalla nos muestra a los bailarines mientras son entrevistados sobre su vida personal (el voyerismo del que se acusa a Noé y que más que un insulto lo toma como un halago), al tiempo que esta se encuentra flanqueada de un lado por textos diversos (Kafka, Cioran, Buñuel, Murnau, etc.) que dan muestra de los discursos intelectuales que habitan la obra de Noé, y por otro por una serie de cintas VHS que también dan muestra del bagaje cinematográfico del autor y del caos por venir (Saló, Suspiria, Un perro andaluz, Hara Kiri, entre otras).

Y manual que antela porque no solo la segunda secuencia, sino cada momento en que la cámara descansa (no así la historia, propulsada por los latidos de una música, que de placentera pasa a casi terrorífica, y por una iluminación mate y saturada que enmarca la experiencia alucinada de los protagonista, sobre todo en la habitación roja rematada con un fondo que parece cobrar vida a cada momento) se nos muestran elementos que eventualmente cobrará sentido en el desarrollo de los personajes, los cuales son marionetas en manos de un director que los utiliza para proyectar sus temas usuales: la violencia, la dificultad de establecer relaciones, las drogas y sus repercusiones, y el conflicto que nace entre el individuo y la sociedad que lo forma y limita.

Estamos pues ante una obra no apta para todos, que además de lo ya señalado toma riesgos en la edición, los cuales suman al efecto deseado una vez entendida la a-puesta en escena del director.

Claustrofóbica, delirante, febril, Clímax es una noche de excesos en un Patrick Miller (o la disco de su preferencia) alucinado e infernal, donde todo lo que podría salir mal sale peor, como la ley de Murphy sobre la cual Gaspar Noé ha fincado su obra de eternos retornos.

“Climax” llegará a las salas de cine de México el viernes 18 de enero de 2019.

Alberto Marín