Reseña de la película: Cementerio Maldito

Título en español: Cementerio Maldito
Título original: 
Pet Sematary
Dirección: 
Dennis Widmyer, Kevin Kölsch
Guion: 
Dave Kajganich, Jeff Buhler (Novela: Stephen King. Historia: Matt Greenberg)
Fotografía: 
Laurie Rose
Música: 
Christopher Young
Elenco: 
Jason Clarke, John Lithgow, Amy Seimetz, Jeté Laurence, Hugo Lavoie, Lucas Lavoie, Naomi Frenette, Alyssa Brooke Levine, Maria Herrera, Obssa Ahmed, Bailey Thain, Sonia Maria Chirila, Jacob Lemieux, Najya Muipatayi, Ines Feghouli Bozon, Constance St-Denis-Veilleux, Maverick Fortin, Rosalie Drouin, Ambre Dioh-Dikongué, Julia Jenni Karagioules, Lou Ferrando
Género: Terror
Distribuidora: 
Paramount Pictures
País: 
Estados Unidos
Duración:
120 min.
Fecha de estreno: 
5 de Abril de 2019

Realizar una nueva adaptación de cualquier filme es una labor resbaladiza, debido al riesgo de desmerecer con respecto a los méritos, reales o no, del original. Si este a su vez es una pieza de culto que entre sus perpetradores tiene al autor del material original, las cosas se pueden poner aún más pesadas. Peor si el autor es un conocido celoso de su obra y sus representaciones extraliterarias llamado Stephen King.

Dado lo anterior, y en parte debido al efecto causado por liberación de los avances, la expectativa con respecto a la nueva propuesta de Cementerio Maldito (Pet sematary, 2019) no podía ser mayor, tanto en el morbo por ver que se hacía con la historia como en la preparación del arsenal de reclamos y descalificaciones que se vaticinaban. Sin embargo, para bien y para mal, la cinta del dúo constituido por Kevin Kölsch y Dennis Widmyer da al traste con casi todos los planes.

Para mal porque pese a tomar como referencia casi calcada la historia adaptada por el propio King, y dirigida por Mary Lambert en 1989, Kölsch y Widmyer la desechan después del accidente que destapa el frenesí slasher de la original para construir un animal propio, que aparte toma distancia de la novela del mismo King. Esto es malo en la medida del purismo exigido por cierto sector que busca la repetición de una fórmula que funcionó por su contexto, pero que por fuerza necesitaba un nuevo enfoque a estas alturas del deterioro del género del horror en su conjunto.

Para mal, también, porque el ritmo nuevo por momentos pierde vigor al insertar historias paralelas que, si bien ayudan a generar comprensión y empatía con personajes, podría desaparecer de la edición final sin generar mayor problema con el conflicto central; además, cerca del nuevo final, esta llega al punto de caerse del todo, siendo salvada de último momento para dar un cierre no del todo inesperado, pero con la consistencia necesaria para no arruinar las nuevas intenciones.

Y también, como últimos males, porque los efectos visuales con los que se adorna la zona maldita del cementerio dejan que desear; a la vez los efectos de sonido, manejados con solvencia para dar notas de suspenso e incertidumbre valiosas, no evitan caer en la fórmula de señalización preparatoria al susto en turno, con lo cual se rompe la intriga visual que la fotografía de Laurie Rose logra crear.

Ahora, para bien porque este animal nuevo muestra un vigor que, si bien no es del todo original, logra entregar momentos de goce referencial tanto al material de King como a la historia del cine. El dúo americano despoja a su cinta de aún más puntos en común con la novela original, pero a cambio exhibe la raíz del horror de King. Si el relato original surgió a partir del casi accidente que por poco no le ocurrió al entonces infante hijo de King, esta entrega toma esa preocupación paternal y la distribuye entre toda la familia, haciéndola un cuestionamiento hacia los límites que el amor estaría dispuesto a romper con tal de mantener la presencia de un ser querido.

Es en la encarnación de esta familia donde recae el peso que a la vez entrelaza y deslinda la historia actual con la de 1989 para generar su propio pequeño mundo. Si bien se generan nuevas dinámicas al otorgarle mayor exposición a personajes dejados de lado en la adaptación previa, como son Rachel (Amy Seimetz) y la candorosa Ellie (Jeté Laurence), esposa e hija del doctor Louis Creed (Jason Clarke), son los gemelos Hugo y Lucas Lavoie los que sirven para pivotar la trama al tener una semejanza notable con el Gage Creed interpretado con anterioridad por Miko Hughes.

Todos estos elementos son mezclados y servidos dentro de un acabado que debe más al gótico clásico y a guiños tangenciales a los terrenos fecundos en horror (tanto por sus características paranormales como por su incomprensibilidad) de Lovecraft. Todo esto se observa en la forma en que se presenta la zona maldita, la cual parece sacada de los páramos propios del horror decimonónico más que de las ficciones de King, a la vez que la forma en que se visten y se presentan a los muertos hace referencia a los mitos vampíricos de Poe y Le Fanu, todas ellas figuras referenciales tanto para los que gustan del horror como para el propio King.

Todo lo anterior termina por anclarse en un manejo de la historia que debe mucho a un par de directores que se ve aprendieron de adaptaciones pasadas, en especial a nivel de trama por el Gerald’s Game (2017) de Mike Flanagan y a nivel de fotografía y actuación por The Shining (1980) de Stanley Kubrick.

Esto último es notorio tanto por las tomas amplias que dan cuenta de la geografía para el horror, tanto en espacios abiertos como en cerrados, la cual, acompañada por los claroscuros propios de las cintas previas de Kölsch y Widmyer, ayudan no sólo a dar cuneta de la soledad y desesperación de los personajes, sino también de lo fácil que es ocasionar terror y dolor desde lugares usuales revestidos de una nueva fuerza macabra; y en la actuación porque la encarnación de Clarke como un médico sobrado de un racionalismo que poco ayuda en su momento de mayor aflicción, como todo relato gótico, se acerca mucho a ese otro intelecto corrompido que fue el Jack Torrance de Jack Nicholson.

Seguir hablando de los defectos y fortalezas de la adaptación haría poco por una historia que, aunque no del todo redonda, se sostiene con, sin y a pesar de las referencias, y que permite que los jóvenes directores entren dentro del grupo de creadores que aportan nuevas miradas hacia el terror, como lo son el ya mencionado Mike Flanagan y los propositivos aunque polémicos Jennifer Kent (The Babadook, 2014), Robert Eggers (The Witch, 2015), David Robert Mitchell (It Follows, 2014), Fede Álvarez (Don’t Breathe, 2016), Jordan Peele (Get Out!, 2017) y Ari Aster (Hereditary, 2018), por mencionar algunos.

“Cementerio Maldito” llegará a las salas de cine de México el viernes 5 de Abril de 2019.

Alberto Marín