Reseña de la película: Cafarnaúm: La Ciudad Olvidada

Título en español: Cafarnaúm: La Ciudad Olvidada
Título original: Capharnaüm
Dirección: 
Nadine Labaki
Guion: 
Nadine Labaki (Historia: Labaki Jihad Hojeily)
Fotografía: 
Christopher Aoun
Música: 
Khaled Mouzanar
Elenco: 
Zain Al Rafeea, Yordanos Shiferaw, Boluwatife Treasure Bankole, Kawthar Al Haddad, Fadi Kamel Youssef, Cedra Izam, Alaa Chouchnieh, Nour el Husseini, Elias Khoury, Nadine Labaki
Género: 
Drama
Distribuidora: 
Sony Pictures México
País: 
Líbano
Duración: 
123 min.
Fecha de estreno:
 8 de febrero de 2019

La Convención sobre los Derechos del Niño fue adoptada por la Asamblea General de las Naciones Unidas en 1989, y establece que todas las niñas, niños y adolescentes, sin ninguna excepción, tienen derechos y que su cumplimiento es obligatorio para todos los países que la han firmado.

Sin embargo, ni bien comenzada Cafarnaúm (Nadine Labaki, 2018), esta premisa se va por los suelos. Ubicada en el Líbano actual, la película es un fresco que retrata la vida de Zain (interpretado magistralmente por el joven Zain Al Rafeea), un casi adolescente cuya historia parece haber salido de un drama victoriano digno de Charles Dickens. Lo cual hace más dolorosa la referencia, pues es de esperar que las condiciones infrahumanas de la Inglaterra victoriana de Dickens fueran un recuerdo accesible a través de la literatura y los recursos visuales de la época. Nada más lejos de la realidad.

La historia de Zain se nos encuadra desde el principio con una toma desde lo alto que nos muestra lo que parece ser basura, y conforme la toma gana altura se observa que lo que pareciera ser cartón deteriorado es el techo de las casuchas que conforman el barrio en el que la personalidad de Zain se define. Una personalidad creada a partir de un entorno social en el que se ejercitan prácticas sociales que desde una perspectiva cómoda (observar una historia, cualquier historia, desde una sala cinematográfica implica cierta comodidad) parecen lejanas en el tiempo y el espacio.

Sin embargo, el poder de la película reside en que, al conectar con el espectador, desvela la proximidad de estas prácticas en la sociedad actual. Basta observar las noticias locales e internacionales para darse cuenta de la universalidad del sufrimiento y la bestialidad humana.

La definición de la existencia de Zain podría ser el ser basura, escoria; definición que se sostiene en las referencias que su padre hace acerca de ser ciudadanos de segunda en una sociedad descompuesta, y en los recursos fotográficos que se utilizan. Los juegos de cámara dan fuerza al relato de miseria y conflicto manejando colores apagados, con usos creativos y refinados que no se notan a primera vista, pero con cierta atención muestran su razón de ser. Lejos de acudir a espacios cerrados, las tomas son amplias; mas lejos de mostrar espacios que evoquen libertad, las tomas se hallan atestadas de elementos que configuran una estética del hacinamiento, cuando no muestran fachadas e interiores destartalados y deteriorados, ruinas de una sociedad que se ve confrontada ante la vida fragmentada de un niño.

Otro punto de conflicto importante es la identidad, entendida desde sus aspectos sociales y legales más que el psicológico. La vida de Zain y de las personas con las que convive, sean sus familiares o los inmigrantes con los que traba un vínculo a medio camino entre la amistad y la familia accesoria, se ven limitadas por la búsqueda de una razón de ser que de cuentas de su existencia en un sistema al que poco le importan las aspiraciones y los deseos de los individuos que la constituyen. Lo que importa es cumplir con el papel que la sociedad espera que sea representado, a la vez que ese papel sólo puede adquirir forma y peso en tanto que se de cuenta de la existencia más allá del mero hecho de existir. Un relato digno de una pesadilla kafkiana.

Todo ello lleva al espectador a confrontar la idea que se tiene de la niñez. Lo interesante es la forma y el estilo con lo que se cuenta. En 2017 Sean Baker conmovió con El proyecto Florida, una historia no del todo ajena a la que nos plantea Labaki con su Cafarnaúm. Sin embargo, lo que en Baker es vibrante y llamativo, en manos de Labaki es un vestigio de aquello, mostrando colores “vivos” en su aspecto apagado debido al desgaste y, se asume, a la falta de interés de los propietarios de los inmuebles. El paralelo entre ambas cintas cobra sentido en la escena del parque infantil de Cafarnaúm, siendo que la obra de Baker se desarrolla en las proximidades de un parque colosal de Disney. Ambientes similares con distintas aproximaciones.

Así Labaki, lejos de unirse al coro de voces que celebran la inocencia y la capacidad de asombro de la infancia bajo cualquier circunstancia, como es el caso de Baker, se une a aquellas que señalan que el niño es inocente e ingenuo en la medida de las posibilidades de recreación y confort que le brinda el entorno. Un discurso que por tono, y una incómoda vigencia, es más cercano a Los olvidados de Buñuel, pese a que se esperaría que el más de medio siglo que separa ambas producciones hubiera mejorado las condiciones en las que buena parte de la infancia vive.

Cabe señalar que la obra de Labaki no es descorazonadora ni brutal. Si bien existen elementos feroces y desconcertantes, estos se insinúan, y pese a la cantidad de situaciones que podrían hacer de Zain un ser despojado de toda posibilidad de redención no lo es, o eso parece, debido en parte a que conserva algo de esa inocencia atribuida a los niños, la cual se ve reflejada en sus conversaciones con sus iguales, tanto en edad como en situación de vida.

La escritora americana Joan Didion escribió que la inocencia acaba cuando la ilusión de ser amado por uno mismo se cae. Sin embargo, señala Didion, una vez que se acepta la posibilidad de no estar conforme con uno mismo, y que las cosas buenas implicarán coraje y sacrificio, se cambia la inocencia por el amor propio, pues el amor propio está basado en la comprensión de las habilidades y posibilidades propias de uno mismo, dentro de las cuales el fracaso es una opción de tantas. En cierto sentido, la cruzada de Zain puede entender como un proceso de maduración, donde la inocencia da paso a la realidad del entorno y de uno mismo, y por lo tanto a nuevas posibilidades de crecer, ser y amar.

“Cafarnaúm: La Ciudad Olvidada” llegará a las salas de cine de México el viernes 8 de febrero de 2019.

Alberto Marín