Si el primer disco de Los Calvos – dentro de toda su genialidad- llegó a sonar algo disperso, este segundo y -lamentablemente -último LP del grupo reafirma la comprensión completa del concepto dando una mayor participación a los músicos y creando una pieza completamente bailable, a punto tal que a pocos segundos de ponerlo usted no querrá levantar la aguja de su “picó” La batería, factor fundamental en la imagen y concepción del grupo, logra su completa cohesión con el sonido del grupo y ya el legendario Pavo Frank, junto a otro grande como Alfredo Padilla, logran descartar el concepto del propio Pavo de que “salsa con batería es como pasta con aguacate.”
Y a todas estas el gran Calaven sigue desubicando a quien lo oye con sus soberbias descargas en clave de “scat” que lo colocan definitivamente muy por encima de cantidad de cantantes, y no solamente de salsa. Y como si fuera poco, el luchador profesional devenido en compositor, Gustavo Seclén “El Chiclayano” le entrega a Calaven el jocoso “El Marciano y yo”, título que va a permitir al carismático cantante mostrar, además de su técnica, sus cualidades histriónicas. Otro veterano de mil batallas como lo es Carlin Rodríguez no desdice en ningún momento de su experiencia cubriendo con creces su participación.
Además, en los coros esta alguien estrechamente ligado a Ray Pérez como lo es Perucho Torcatt.
En resumen, si usted adquirió el disco debut de Los Calvos y lo disfrutó le garantizamos que este segundo disco no lo dejara sentarse ni un momento. Busque su “picó” y arme su fiesta, pero eso si… no lo ponga de primero porque ya no querrá́ escuchar otra cosa.
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