Reseña de la película: 7500 – Un drama aéreo sin tanto vuelo
Título original:7500
Año: 2019
País: Estados Unidos
Dirección: Patrick Vollrath
Guion: Patrick Vollrath, Senad Halilbasic (co-writer)
Reparto: Joseph Gordon Levitt, Omid Memar, Aylin Tezel, Mihael Lutzmann
Productora: Amazon Studios
Género: Drama, suspenso
Los relatos de drama y suspenso aéreo no son novedad en el mundo del cine. Recordemos la cinta Aeropuerto (Seaton y Hathaway, 1970), donde una posible amenaza de bomba rodea un vuelo en medio de un clima inclemente, o Vuelo 93 (Greengrass, 2006) que resultaba en una adecuada dramatización del secuestro de uno de los aviones involucrados en el atentado del 11 de Septiembre de 2001. Incluso el recurso ha sido utilizado para cintas de acción como Pasajero 57 (Hooks, 1992) o ha propiciado hilarantes parodias como ¿Y Dónde Está el Piloto? (Hermanos Zucker, 1980).
En este caso, toca el turno al director Patrick Vollrath, nominado al Óscar por su cortometraje Everything Will Be Okay (Alles Wird Gut, en el idioma original), cineasta que deja este mundo de los relatos cortos para hacer su primer largometraje de bajo presupuesto con el drama lleno de suspenso 7500 (2019), donde nos cuenta el relato de Tobias (Joseph Gordon Levitt), copiloto de un vuelo que va de Berlín a París y que se ve forzado a enfrentar el secuestro del mismo desde su cabina.
Desde el título de la cinta, que hace alusión justamente al código que se tiene en vuelos para reportar un vuelo secuestrado, Vollrath nos mete en la dinámica de nuestro personaje principal y su relación con sus compañeros para detonar el conflicto en el momento menos esperado, entregándonos una primera mitad de película bastante interesante que funciona perfectamente ante la dinámica de ver solamente la perspectiva de Tobias acerca de lo que pasa en su vuelo.
Aunque la intención de Vollrath en su guion, coescrito con Senad Halilbasic, es a todas luces mostrar el lado humano y las reacciones ante semejante situación por parte de Tobias y uno de los antagonistas con quien genera una conexión inesperada, la historia se desgasta y cae en fórmulas conocidas más allá del atractivo de abogar por una búsqueda de empatía en cuanto a las razones por las que cada uno de los personajes toma las decisiones que vemos en la cinta, tratando incluso de humanizar o ver más allá del típico cliché de héroe involuntario y villano absolutamente malo.
La segunda parte de la cinta deja de lado la sensación de aprehensión y suspenso para dar un giro inesperado hacia el drama, remitiéndonos así a la cita de Gandhi con la que inicia el filme: “ojo por ojo dejará al mundo ciego”, misma que adquiere un significado más interesante en este punto del relato pero que poco a poco va perdiendo el rumbo y la sensación de tensión inicial para convertirlo más en una cita de corte mucho más íntimo entre dos personajes con puntos de vista opuestos ante una misma situación, lo cual no está del todo mal pero que inevitablemente deriva en una resolución predecible que no acaba por aterrizar del todo bien su idea al caer en el cliché que tanto quería evitar.
Uno de los puntos más destacados sin duda es Joseph Gordon Levitt, quien carga con el peso del proyecto con su Tobias, este joven piloto enfrentando a esta situación de peligro cuyo arco, lamentablemente no se desarrolla del todo bien pasando de ser el protagonista a un personaje un tanto secundario que sirve como pretexto para tratar de dar profundidad al “villano” de la cinta. Sin embargo, la facilidad que el actor tiene para transmitir las emociones en este set claustrofóbico, donde cada una de sus expresiones, sus gestos y movimientos son justificados y ayudan a contar la historia de este secuestro aéreo nos remite de buena forma a lo hecho por Tom Hardy en una cinta de nombre Locke (Knight, 2013), donde durante una noche en un auto, veíamos las alegrías y desventuras de su protagonista sin nada más que verlo a él.
Así, el director alemán demuestra que la transición de hacer cortometrajes a pasar a un largo no es tan sencilla dando como resultado un vuelo que alcanza grandes alturas por momentos pero que pierde el impulso y cae en picada, perdiendo así la perspectiva de lo que nos ofrecía, intentando darle un enfoque diferente al clásico caso de secuestro aéreo que termina convirtiéndose en un ejercicio medianamente entretenido que pierde forma y arrastra la cola del avión hacia un aterrizaje predeciblemente forzoso.